Líbano acude a las urnas en medio de su peor crisis en décadas
► La profunda recesión económica y la endémica corrupción de los partidos marcan las elecciones legislativas
LíbanoLíbano celebra hoy elecciones parlamentarias en medio de una grave crisis económica y social que comenzó en 2019 y un profundo descontento general. También son los primeros comicios que tienen lugar tras la explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020, en la que murieron 215 personas y miles resultaron heridas. La presión de la comunidad internacional ha permitido que en esta ocasión las legislativas se celebren cuatro años después de las anteriores, para cuya celebración hubo que esperar nueve.
A pesar del profundo malestar existente en la sociedad libanesa, amén de la polarización consustancial al panorama político nacional, y de la fortaleza del movimiento civil que desde 2019 protesta contra las élites gobernantes, la incapacidad de la oposición a la hora de unirse en una gran plataforma y las especificidades del sistema político –más del 70% de los 128 escaños de la Cámara de Diputados están asignados según el criterio confesional-hacen poco factible una victoria de formaciones contrarias al «establishment». El boicot del principal partido suní, el Movimiento del Futuro de Saad Hariri, a los comicios puede alterar la ecuación de fuerzas en este campo.
En enero el ex primer ministro Saad Hariri abandonaba la política y pedía lo mismo a sus compañeros de Movimiento del Futuro. Incapaz de formar Gobierno, el hijo de Rafic Hariri –ex primer ministro en dos ocasiones asesinado en 2005– había dimitido a comienzos de 2020 en medio de persistentes protestas ciudadanas contra la clase política.
En el campo cristiano, tres partidos medirán sus fuerzas: el Movimiento Patriótico Libre del octogenario presidente Michel Aoun, las Fuerzas Libanesas y el Movimiento Marada. En el chií, el movimiento Hizbulá, que reivindica ser la única formación con propuestas orientadas a mejorar las condiciones de vida del común de la población y genuinamente contraria a la existencia de Israel, revalidará cómodamente su posición
El reparto de escaños por confesiones impide la victoria de formaciones anti «establishment»
de privilegio en su ámbito confesional y seguirá siendo una pieza clave en el Gobierno.
El siempre precario equilibrio político libanés se basa en un sistema construido sobre la base del reparto de la representación y el poder a partir de cuotas religiosas (en un país en el que se reconocen oficialmente 18) basándose en un censo de los años 30. Un entramado político que con el paso de los años ha profundizado en el sectarismo y hecho de la corrupción una realidad persistente. Una norma no escrita establece que la presidencia de la República sea para un cristiano maronita, que el primer ministro sea un musulmán suní y que el presidente del Parlamento sea un musulmán chií.
Líbano vive desde hace ya varios años la que el Banco Mundial ha calificado como una de las peores crisis en 150 años. La moneda nacional ha perdido más del 90% de su valor desde 2019, lo que ha hundido el poder adquisitivo de la sociedad libanesa. La inflación alimentaria interanual se situaba en un 350% a finales del año pasado. Un 80% de su población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. A las penurias económicas que sufre la población se han sumado otros problemas como los frecuentes cortes en el suministro eléctrico por las deficiencias en la red o la suspensión de la recogida de basuras.