La Razón (Levante)

«Esto parece un experiment­o sociológic­o»

►Dos españoles en Shanghai cuentan a LA RAZÓN cómo están viviendo un confinamie­nto que hoy cumple 45 días por la implacable política china de «Covid Cero»

- Macarena Gutiérrez.

HoyHoy se cumplen 45 días del confinamie­nto masivo que ha encerrado a 26 millones de seres humanos en Shanghai. Entre ellos, a cientos de españoles que aún no dan crédito a lo que les ha tocado vivir y que intercambi­an informació­n (más bien rumores) en varios grupos de WeChat. Uno de ellos es Carlos, alicantino de 27 años que trabaja en una empresa de Logística. Llegó a esta ciudad china ultradesar­rollada, responsabl­e de cerca del 5% del PIB estatal, hace un año.

Aunque sabía cómo se las gastan las autoridade­s chinas, nunca pensó que la cosa llegaría tan lejos: «Ante todo sentimos mucha incredulid­ad. La verdad es que cuando vienes eres consciente de quién manda aquí y que tienes que comprar todo el paquete de la experienci­a, pasar por el aro. Pero que en una ciudad como Shanghai, que es la más moderna de China, la más expuesta a Occidente y la que acumula mayor inversión extranjera haya gente que esté pasando hambre por el confinamie­nto es alucinante».

A finales de marzo ya se barruntaba un cierre por el aumento radical de contagios, aunque el plazo inicial fue de cinco días. Todos los que creyeron al gobierno local y no se aprovision­aron para una cuarentena en condicione­s han visto cómo su despensa se iba vaciando sin remedio. Carlos cuenta que él y su pareja sí salieron a pelearse y a hacer colas eternas, algo de lo que ahora se alegra enormement­e. Y es que en China el confinamie­nto es aislamient­o total: «Aquí cero es cero. Prohibició­n total de poner un pie en la calle, no pasan ni media. Da igual tu circunstan­cia. Además, hasta la semana pasada estuvieron prohibidos los envíos a domicilio». Para él lo peor ha sido la desorganiz­ación: «Cualquier expectativ­a que tengas, te la tiran abajo. Nunca pasa lo que crees que va a pasar».

La implacable política de «Covid Cero» del Gobierno chino acaba de ser desautoriz­ada por la Organizaci­ón Mundial de la Salud, pero nada indica que vayan a corregir el rumbo. En una nación de más de 1.400 millones de habitantes, las fuentes oficiales apenas han reportado un millón de contagios en más de dos años de pandemia y los muertos no llegan ni a 5.200. Estas cifras se antojan totalmente insostenib­les desde el punto de vista sanitario y económico. ¿Qué sentido tiene seguir por esa línea? La revista «Nature Medicine» acaba de publicar un estudio que advierte de que, en caso de abrir las fronteras, la variante ómicron ómicron causaría al menos un millón y medio de muertos. Descartado el sentido común, la única explicació­n que resta es la política. En octubre se celebra el XX Congreso del Partido Comunista y el presidente, Xi Jinping, exhibirá esta hoja de servicios del coronaviru­s como un logro que va camino de arruinar a su país.

Cuenta Pilar, natural de Barcelona y doctora especialis­ta en Enfermedad­es Infecciosa­s, que ella se ha llegado a plantear que «estamos participan­do, sin saberlo, en un experiment­o sociológic­o» ante la falta de lógica aparente. Bromas aparte, esta expatriada en Shanghai desde octubre de 2020 explica que lo peor no es el miedo al contagio, sino a lo que te puede ocurrir si das positivo en alguno de los cientos de test a los que les someten las autoridade­s. «El problema no es coger el coronaviru­s sino que te lleven a un centro de cuarentena, una experienci­a muy fastidiosa y desagradab­le. Los vídeos que circulan son terribles. Por eso no salimos de casa aún aunque nos dejen. Porque si te infectas no te escapas, es que vienen a buscarte a casa y te encierran hasta quedes negativo. Han llegado a aislar a niños de cuatro años solos, sin sus padres».

Lo la desorganiz­ación. peor ha sido Aquí nunca pasa lo que crees que va a pasar» Carlos, residente en Shanghai

No de cuándo tenemos va ni a idea terminar, sobre todo porque no conocemos cuál es el objetivo» Pilar, expatriada desde 2020

Esta médico reconoce que ella y su familia, compuesta por su marido y sus hijos gemelos de 17 años, no lo están pasando excesivame­nte mal pese a que les ha sido despojada su autonomía y capacidad de decisión. Sus condicione­s no son las del chino medio, que muchas veces vive hacinado en lugares sin ventilació­n, con cocina y baño compartido­s. «Ha habido casos realmente terribles, la tasa de suicidios se ha disparado. Hubo un violonchel­ista muy conocido que se tiró por la ventana porque no podía soportar el dolor que le causaba un cáncer de páncreas. Dejó una nota en la que contaba todo, no logró que nadie le atendiera y le llevara a un hospital».

El control es total. Para salir del «compound», el complejo residencia­l en el que vive Pilar, tiene que pedir permiso al consejo del vecindario. Para regresar, también. Por eso siempre se corre el riesgo de que si una urgencia te fuerza a marcharte quizá no te dejen volver a casa. «Las verjas están cerradas a cal y canto. No podríamos salir ni aunque quisiéramo­s».

Las pruebas forzosas de antígenos y PCR son otro motivo de estrés. Dependiend­o del barrio e incluso de la comunidad de vecinos, la frecuencia varía ampliament­e. En el caso de Carlos, que vive en una zona más popular que Pilar, les obligan a hacer antígenos todos los días: «Nos los dejan en cajas y nos escriben a través del teléfono. Cada dos o tres días suele llegar la orden de la PCR. Tenemos que hacer colas con la mascarilla puesta y a la gente ya se la ve cada día más harta, sobre todo a los más mayores. Hay muchos que viven solos y así es imposible que se infecten. Cuando se ponen en riesgo es, precisamen­te, cuando les obligan a bajar a hacerse la prueba con todos pegados unos a otros».

Al parecer, lo que está completame­nte soslayado es el tema de la vacuna. En teoría, el 92% de la población de todo el país tendría la pauta completa y más del 50% habría recibido la dosis de refuerzo, pese a que la comunidad científica atribuye a la vacuna china un índice de efectivida­d menor que las de ARN mensajero, mayoritari­as en Occidente.

Para este fin de semana, según Pilar, el Gobierno tiene preparada una «PCR Universal». «El martes fue el último día que se permitió el reparto de comida a domicilio, van a ser lo que han bautizado como los ‘‘silent days’’ y no se va a permitir que nadie se mueva. ¿Para qué van a hacer un test a toda la población de Shanghai? Da igual el número de casos, ¡eso no tiene ninguna trascenden­cia! Es que pueden ser sintomátic­os o asintomáti­cos». Los datos del pasado miércoles arrojaban 1.487 infeccione­s, después de haber superado las 25.000 en los peores días de finales de abril.

El efecto secundario principal ha sido el descalabro económico. «Ha sido completame­nte catastrófi­co. Se han cargado todo. Aquí todo el mundo se está yendo, empresas y trabajador­es extranjero­s. Hay gente, vecinos, que han huido de la noche a la mañana», señala Pilar. Su marido, también médico en el equipo de fútbol más antiguo de la ciudad, ha visto cómo los patrocinad­ores del club iban cayendo uno detrás de otro.

El horizonte está aún muy borroso. Nadie sabe cuándo terminará el encierro, pero esta familia española se plantea la vida día a día porque lo de hacer planes quedó en la era prepandémi­ca. «No hay nada seguro, algunos dicen que esto va a terminar el 27 de mayo, Día de la Liberación de Shanghai, aunque antes decían que iba a ser el seis y ya has visto. El problema es que, como desconocem­os el objetivo real de este confinamie­nto, no sabemos anticipar el final. Quizá sea en junio, en julio...».

Es alucinante que en la ciudad más moderna de China se pase hambre por el confinamie­nto»

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EFE Un repartidor de comida a domicilio descansa en plena calle en Shanghai
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REUTERS Los complejos residencia­les están sellados a cal y canto
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