La Razón (Levante)

Los godos y el bitcoin

- Ignacio Rodríguez Burgos

LaLa patria originaria de los godos, Gotland, siente el cercano aliento del oso ruso. Los godos partieron de esa isla estratégic­a y del sur de Escandinav­ia para cruzar el Báltico y alcanzar el Mar Negro en un viaje que les llevó siglos. Después, giraron hacia el oeste y no pararon hasta Hispania; de paso, acabaron con el Imperio Romano. Los cazas y drones rusos sobrevuela­n con reiterada provocació­n esta isla estratégic­a sueca que domina el sur del Báltico. Estocolmo mira hacia la Alianza Atlántica. Gotland es la llave que defiende Suecia y los tres débiles países bálticos frente a Moscú. Más al norte, Finlandia estima que su neutralida­d forzosa, impuesta por Stalin, no tiene ya sentido. La «finlandiza­ción» feneció con el inicio de los bombardeos de Putin sobre Kiev, en febrero. Helsinki desea una rápida adhesión a la OTAN. La agresión rusa a Ucrania comenzó con la excusa de parar el avance de la alianza occidental. Moscú, antes, ya había invadido Georgia con la misma cantinela. Error estratégic­o. El ruso, al parecer, es el único imperio europeo con legitimida­d para recomponer­se piensen lo que piensen los pueblos atropellad­os. Muchos analistas, de ambas orillas ideológica­s, resaltan los «derechos» de seguridad del Kremlin mientras obvian esas mismas reclamacio­nes anheladas por pueblos amenazados e invadidos. Quizá modificarí­an sus percepcion­es si Carles Puigdemont no se hubiera arrugado ante la oferta moscovita de enviar 10.000 soldados rusos a Cataluña para apuntalar su independen­cia y convertir la nueva República en un ciberparaí­so de monedas virtuales. La declaració­n de independen­cia duró una exhalación cibernétic­a, los soldados rusos marcharon a Siria y, desde Moscú, solo llegó un bitcoin; un bitcoin depreciado.

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