La Razón (Levante)

Un posible intruso en el podio y una ¿ratificaci­ón?

► Monchi desactiva el clamor contra Lopetegui, que aún puede llevar al Sevilla a un tercer puesto histórico

- Lucas Haurie.

El cabezazo con el que En-Nesyri batió a Oblak a falta de cinco minutos para el final de la apasionant­e jornada trigésima séptima tuvo el efecto principal de clasificar al Sevilla para la próxima Liga de Campeones. Y, además, unos cuantos corolarios no menores. En primer lugar, dejó sin plaza de Champions... al Betis, que quería sumar a la gloria del título copero unos millones que habrían sido una bocanada de aire para su asfixiada tesorería. También podría, según se den los resultados el domingo, desalojar de la tercera plaza al Atlético.

La cuenta es sencilla: si el Sevilla vence al Athletic y el Atlético no es capaz de ganar en San Sebastián, el equipo de Lopetegui adelantará al de Simeone, lo que sería un pequeño acontecimi­ento en la historia reciente de la Liga. El «Cholo» cumplirá en cinco días su décimo campeonato completo en el banquillo colchonero y en los nueve anteriores, permanece invariada la identidad de los tres primeros clasificad­os: los rojiblanco­s y los dos mastodonte­s, en diversos órdenes. La intrusión del Sevilla democratiz­aría, de alguna manera, el muy oligárquic­o fútbol español.

Esta pequeña gesta, sin embargo, tampoco serviría para restaurar el prestigio de Julen Lopetegui entre un sector muy numeroso de la afición sevillista, que se ha ido rompiendo a jirones durante la segunda vuelta agónica que ha protagoniz­ado el técnico vasco, cuyo equipo ha erigido en cada partido un monumento al feísmo. Los encuentros del Sevilla han sido un festival de bostezos y angustia sin consuelo, un monumento a la grima, un permanente ejercicio de impotencia, una encicloped­ia de complejos, un homenaje a la racanería, una orgía de crispación y un campo fértil cuajado de excusas como los naranjos de la Vega del Guadalquiv­ir en otoño. El entrenador se confesó hace una semana «porque el Mallorca ha tenido un día más de descanso» antes de visitar el Sánchez-Pizjuán después de encajar media docena de goles en casa contra el Granada. El orgulloso –sí, tal vez demasiado– sevillismo no daba crédito ante un entrenador muerto de miedo cuando hacía sol, asustado si estaba nublado y preso de un ataque de pánico en cuanto caían tres gotas. ¿Se puede vivir así?

Es evidente que no, como también está claro que la temporada –trufada de petardazos como el dado en Champions en un grupo de chichinabo y con eliminacio­nes ante Betis, muy dolorosa, y ante el West Ham, bastante dolorosa– ha sido aciaga como pocas, verdaderam­ente pródiga en infortunio­s. Así lo destacó Monchi en una entrevista concedida ayer a la emisora local de Cope, cuando dijo que en sus «veinte temporadas como director deportivo del Sevilla, ésta ha sido la más complicada de gestionar, con mucha diferencia sobre la segunda», debido a la inenarrabl­e plaga de lesiones –y de contagios por covid– que ha sufrido el plantel.

Muchos integrante­s del entorno del Sevilla que admiten esta realidad, que es del todo incontrove­rtible, no consideran que sea la única explicació­n de la caída desoladora del nivel de juego en la segunda vuelta, que achacan a un agotamient­o del modelo que Lopetegui lleva implantand­o, con éxito, desde el verano de 2019. Y el debate del fin de ciclo está ahí, aunque Monchi asegura que «tiene contrato hasta 2024. No hay otro camino que seguir el proyecto con él».

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EFE Julen Lopetegui, en la banda del Metropolit­ano durante el último partido del Sevilla

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