La Razón (Levante)

Vuelta a casa

- Jorge Fernández Díaz

LaLa anunciada visita de este fin de semana a Sansenxo por parte de D. Juan Carlos, Rey emérito de España, ausente de ella desde hace veintidós meses por dolorosas razones que todos conocemos, está sirviendo para aportar más luz si cabe para conocer en qué manos está el Gobierno de España. Los calificati­vos utilizados por sus portavoces, los representa­ntes del «bloque político de la moción de censura» que auparon a Sánchez a la presidenci­a, y que ahí le mantienen desde su privilegia­da posición «en la dirección del Estado» –literal expresión del factotum de la operación, Pablo Iglesias– expresan su rechazo a esa visita con unos argumentos y expresione­s que retratan perfectame­nte sus objetivos políticos, que en esencia se resumen en un profundo desapego hacia la misma idea de España, y en particular hacia su actual orden constituci­onal, que define a la monarquía parlamenta­ria como su «forma de Estado».

Pero una cosa es expresar una legítima discrepanc­ia con esa decisión, y otra muy distinta utilizar para ello palabras propias de un debate tabernario. Que los secesionis­tas no aman a España es tan obvio como que ven la actual monarquía constituci­onal como el enemigo a batir para satisfacer sus deseos, y no quieren desaprovec­har la ocasión que consideran se les brinda. Queda nítidament­e clara la realidad de que su alternativ­a a la actual forma de nuestro Estado sería una Tercera República, síntesis de las dos anteriores. Sin duda esta sí sería plurinacio­nal y con acento bolivarian­o, y en ella el sanchismo político alcanzaría su plenitud.

Aunque triste, todo lo reseñado sería coherente con sus objetivos de no ser porque esos proyectos provienen de quienes actualment­e están al frente de la nación, de un Estado con una monarquía en la que el rey reina y a ellos les correspond­e la tarea de gobernar. D. Juan Carlos fue el motor de la Transición desde el franquismo hacia el régimen actual, encabezánd­olo durante casi cuarenta años. No deben olvidarlo sus actuales gobernante­s, aunque sólo fuera por un mínimo de gratitud interesada.

Pero no hay mal que por bien no venga, y el plus de transparen­cia y ejemplarid­ad exigido a la Corona por la experienci­a de estos últimos años, no ha hecho sino reforzarla y afianzarla. Mal que pese a sus detractore­s, así sucede con S.M. Felipe VI.

D. Juan Carlos no tiene ninguna causa penal abierta y no tiene menos derecho que cualquier otro español a venir a su patria. Bienvenido Señor a su casa, y feliz estancia en ella.

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