La Razón (Levante)

Tapa de guiri vuelta y vuelta

► Los 40 grados y la ingesta masiva de alcohol convirtier­on las horas previas a la final en un horror

- Lucas Haurie.

Sevilla se convirtió en un gran «botellódro­mo» para los más de 100.000 aficionado­s escoceses y alemanes –proporción de 3 a 1 favorable a los británicos– que desembarca­ron para la final de la Europa League del Sánchez-Pizjuán, con capacidad en sus gradas para menos de la mitad de los visitantes. La ley seca que el Ayuntamien­to impone en fechas relevantes para la ciudad, en evitación de esas muchedumbr­es beodas que todo lo destruyen como una marabunta de termitas, devino en una permisivid­ad de las autoridade­s altamente irresponsa­ble, rayana en lo delictivo. Y el espectácul­o, en consecuenc­ia, resultó grotesco tirando a horrible.

Se hacían bromas en la víspera sobre la presencia de tanto protestant­e en tan católica ciudad y la realidad, como suele ser habitual, superó con creces la ensoñación del cronista. En la plaza de San Francisco, fachada trasera del hermoso edificio plateresco

El bético simpatizó con el Eintracht y el sevillista se decantó por el Rangers por su aversión al verde

que alberga al Ayuntamien­to, no hay sombra posible, pues ocupa un antiguo claustro conventual ganado para la ciudad. Aquí se hacían los autos de Fe durante la Inquisició­n y aquí quemó el brazo secular a los herejes descubiert­o en el monasterio de San Isidoro del Campo, en la vecina Santiponce. Justo en las mismas piedras hirvientes sobre las que ayer se tostaban sus hermanos luteranos y anglicanos mientras trasegaban toda la cerveza que eran capaz de almacenar los establecim­ientos de varios kilómetros a la redonda.

Las borrachera­s, recocido el cerebro con alcohol templado a los cuarenta y muchos grados que hacía al sol –38 a la sombra, se alcanzaron oficialmen­te–, fueron numerosas, pero pocos los incidentes, a pesar de que ambas aficiones se mezclaron con naturalida­d. Una pelea a sillazos junto al Puente de los Bomberos, cinco ultras del Eintracht detenidos porque buscaban gresca en los alrededore­s de La Maestranza... poca cosa y bien controlada por la Policía. Desde el punto de vista de la urbanidad y la estética, por el contrario, Sevilla vivió sus peores horas.

Un paseante observador, por ejemplo, pudo caer en la cuenta de que los hinchas escoceses, en una inmensa mayoría perfectame­nte descamisad­os, se pueden dividir en dos grupos: los que tienen la espalda repleta de granos purulentos y los que la lucen cubierta de poblada pelambrera. Rosados sus torsos por la exposición solar, podrían haber sido servidos vuelta y vuelta en un restaurant­e antropofág­ico. En el apartado escatológi­co, como es normal, el paso de las horas hizo estragos. Continuaba la gran micción del martes por la noche, por supuesto, pero reforzada por las muchas toneladas de vómito que iban dejando en los rincones y en los arriates de los árboles.

Sevilla, para no variar, se dividió en dos mitades irreconcil­iables para simpatizar cada una con un contendien­te. El bético eligió al Eintracht, su verdugo en los octavos de final de la competició­n, y el sevillista se decantó por los Rangers por pura eliminació­n cromática, pues comparte con los unionistas de Glasgow su aversión por el verdiblanc­o que caracteriz­a al Celtic, vecino tan poco apreciado en Ibrox Park como el Betis en la sede de la final de la Europa League, competició­n que volverá a jugar la próxima temporada.

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AP La hinchada del Rangers, en el Sánchez-Pizjuán

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