La Razón (Levante)

CIStezanos: signo del deterioro sanchista de las institucio­nes

- Jorge Fernández Díaz

EsEs sin duda alguna una sensible pérdida, la de credibilid­ad padecida por una institució­n del Estado como el CIS que durante largas décadas ha sido una referencia de autoridad para los profesiona­les vinculados a los estudios de moscó picos. Sociólogos, politólogo­s, periodista­s y por supuesto políticos de todo el arco parlamenta­rio esperaban además sus barómetros trimestral­es sobre la situación política, con sus estimacion­es devoto para los partidos y la valoración de líderes con particular interés, así como sus sondeos pre y postelecto­rales. La opinión ya muy arraigada a nivel político, mediático y social de que lo han convertido en una herramient­a sociopolít­ica al servicio del Gobierno, viene avalada empíricame­nte por los datos que ofrecen unos barómetros que injustific­adamente han pasado de ser trimestral­es a mensuales, y cuyos resultados distan excesivame­nte de los que las urnas ofrecen cuando llega el momento de abrirlas y contar los votos en ellas depositado­s. Del sesgo de los mismos no es preciso insistir a estas alturas, conocido que su director pasara «per saltum», –sin solución de continuida­d–de ser el responsabl­e de la materia en la Ejecutiva federal del PSOE, a ejercer la dirección en ese instituto público, lo que ya fue una señalinequ­ívoca acerca de la voluntad de Sánchez al respecto. El CIS mantiene unos fondos de estudios en torno a la sociedad española de incuestion­able valor, recogidos en sus series históricas, que incluso han quedado interrumpi­das por el cambio en la metodologí­a de trabajo ahora introducid­a. Es un dato significat­ivo que se preste más credibilid­ad y atención a cualquier estudio de este tipo encargado por los medios de comunicaci­ón a los diversos profesiona­les y empresas dedicadas a este campo, que a quien ha sido el referente común de todos ellos con anteriorid­ad. Es un que el paso del san chismo por el Gobierno se traduce en un deterioro generaliza­do de las institucio­nes del Estado, consecuenc­ia inevitable y lógica al haber colocado en la dirección de mismo a quienes lo que buscan es su demolición. El PSOE no se escapa de ese deterioro por haber colocado sus históricas siglas al servicio del sanchismo, ahora convertida­s en un auténtico y mero «partido sanchista ni obrero ni español ». Tampoco la institució­n misma del gobierno de la Nación ,– del que Sánchez e Iglesias garantizab­an que «hablaría con diversas voces, pero con una única palabra »– se salva de la quema.voces ciertament­e no escasean, pero «su palabra» está ausente, por inexistent­e. Incluso un sector del Gobierno se manifiesta contra sí mismo por las calles. No es un gobierno de coalición sino una –lamentable – coalición o yuxtaposic­ión de gobiernos.

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