La Razón (Levante)

«Cinco lobitos» y dos madres

Alauda Ruiz de Azúa debuta con una película, que arrasó en el pasado Festival de Málaga y que se interroga sobre la complejida­d de las relaciones maternofil­iales

- Marta Moleón.

LosLos «Cinco lobitos» de Alauda Ruiz de Azúa no se esconden detrás de una escoba, como hacían los de la nana, sino en el sólido refugio de sus silencios, desvíos y fracturas cuando lo que tienen que decirse suena demasiado extraordin­ario como para que parezca cierto. Qué complejida­d ser madre, pero, también, qué enmarañado laberinto de pasiones eso de ejercer de hija. «A veces uno es feliz y no lo sabe», pronuncia Begoña (a quien da vida Susi Sánchez) contagiada por la efusividad del tiempo, mientras repasa con su marido y su hija frente a un televisor en el que se suceden vídeos con escenas compartida­s de paseos marítimos, primeras veces, cumpleaños y besos con baba, los colores y sonidos de una memoria familiar que parece ser capaz de mantenerse viva todavía en una de las tantas escenas conmovedor­as de la ópera prima de Ruiz de Azúa.

Desde el costumbris­mo

Sirviéndos­e de un estilo naturalist­a apegado al costumbris­mo que tanto aprovecham­iento narrativo demuestra tener en términos cinematogr­áficos y tantas alegrías parecen estar brindando al cine español en los últimos años , Alauda construye un retrato sobre esa maternidad contemporá­nea con vocación de legado condiciona­da por la precarieda­d laboral, que solo puede entenderse desde la otra orilla de los afectos, es decir, desde la transitada por las hijas de esas madres que se quedaron en casa para cuidarlas mientras el marido se encargaba de traer dinero a casa.

Susi Sánchez, a la que vuelve a quedarle como un traje hecho a medida el papel de madre adusta comoyademo­stróen«Laenfermed­ad del domingo», asegura en conversaci­ón con LA RAZÓN que aunque no ha sido madre, sí ha sido hija, «y he vivido de cerca el manejo de una familia numerosa también. Lo que siento que ha cambiado es que antes, a través del tiempo, las mujeres se casaban y tenían hijos y punto. El conflicto ha llegado cuando la mujer ha entrado en la vida laboral, esta conciliaci­ón de la que tanto se hablaben la vida y en la película. ¿Cómo hace para ser madre en un momento en el que también tiene que trabajar? De hecho, había muchos maridos que preferían que las mujeres no trabajasen trabajasen para poder dedicarse a la casa y a la crianza», indica y añade: «Últimament­e me veo muy reflejada en mi madre. Sobre todo, a nivel físico. Y eso me da un poco de impresión. Creo que, llegada ya a la edad que tengo yo y después de haber hecho muchos años de terapia, te das cuenta de que cualquier cosa que hayas vivido de pequeña no deja de ser la semilla del resultado de lo que eres ahora». Una visión sobre la evolución de la concepción de la maternidad que en este caso también comparten Laia Costa (Amaia), hija de Sánchez en lacintaque­vuelvecoyu­nturalment­e al caserón vasco familiar para lidiar con su circunstan­cia de madre primeriza y dejarse mecer por el apoyo de sus padres y el cuidado interrumpi­do –por viajes laborales– de su pareja, como la propia directora. «El concepto de maternidad ha cambiado muchísimo a todos los niveles y yo personalme­nte lo veo con respecto a mi madre y a las abuelas de mi hija en cuanto al embarazo, el parto, el postparto, el criar a tus hijos... Pienso que en la mayoría de las ocasiones todos esos procesos no se viven de la misma forma que lo hicieron nuestras abuelas», señala convencida Costa antes de que Ruiz de Azúa apostille que «se está empezando a hablar de que emocionalm­ente es algo muy complejo cuando yo creo que en la generación de nuestras madres se asumía que la maternidad tenía que ser de determinad­a manera y si no lo hacías así corrías el riesgo de convertirt­e en una mala madre. Como que se daba por hecho que tú tenías un niño y salías indemne de esa situación. Sin duda, ha cambiado mucho, como tantas otras cosas relativas al universo de las mujeres en estos últimos años».

La propia experienci­a de la realizador­a como madre fue el detonante de la creación de esta historia generacion­al de apegos feroces capaz de explicar las relaciones maternofil­iales como procesos en constante proceso renegociac­ión. «Convertirm­e en madre me cambió la mirada sobre determinad­as cosas y cuando empecé a buscar un relato me costaba encontrarl­o. Encontré algunos sobre la maternidad o muy técnicos, muy médicos, muy fisiológic­os o edulcorado­s, idealizado a veces: personajes enfermizos de madres muy locas o épicas y salvadoras dispuestas a todo por sus hijos. Me faltaba un relato más cotidiano». Hasta que por suerte, lo encontró.

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