La Razón (Levante)

«Dios y la religión no son censores de nada ni de nadie»

Carmen Fernández de la Cigoña Directora del Instituto de Estudios de la Familia CEU Consciente de que «la vida de todos importa», esta investigad­ora en Doctrina Social no duda sobre qué le diría a Irene Montero sobre su ley del aborto: «Es un sinsentido»

- José Betrán.

CarmenCarm­en es una mujer de fe. Y de argumentos. Los que lleva bajo el brazo como doctora en Derecho, especialis­ta en Doctrina Social y propagandi­sta de largo recorrido. Actualment­e está al frente del Instituto de Estudios de la Familia CEU, que acaba de entregar sus Premios por la Vida 2022.

Hay que premiar la vida, ¿porque merece la pena o porque está en peligro?

La vida merece la pena y hay que ponerla en valor. Ahora, por desgracia, está recibiendo tales ataques que hacen que, lo que debería ser obvio, haya que ponerlo de manifiesto todavía más. De ahí la existencia de estos galardones.

En esta edición se entregan a la par que Moncloa tramita el anteproyec­to de ley del aborto. Si tuviera ahora mismo delante a la ministrade­Igualdad,IreneMonte­ro, ¿qué le diría?

No sé si sabría por dónde empezar, porque se me acumulan los temas. Es un sinsentido, que en una sociedad que necesita aprender a valorar de nuevo lo esencial tras las pérdidas de la pandemia y los horrores de una guerra se esté desprecian­do la vida desde el Gobierno. Todas las políticas que deberíamos llevar a cabo deberían centrarse en el fomento de la vida. Un Ministerio de Igualdad debería tener muy presente que importa la vida de todos. Sin embargo, esviendo

esviendo que, por desgracia, los que están en una situación más vulnerable e indefensa, no están protegidos.

Se avecina manifestac­ión contra el aborto, ¿para qué echarse a la calle si no van a mover una línea del borrador de la ley?

Lo que vamos viendo con todas las leyes que se van aprobando es que las intencione­s que tiene el Gobierno y sus socios pasan por no varíar lo más mínimo en su trámite parlamenta­rio, solo les preocupa que cuadre el número de votos. Eso no puede traducirse como un reflejo y aprobación de la sociedad española ni que les vayamos a dar patente de corso para que actúen sin tener en cuenta el sentir, cuando menos, gran parte de la sociedad española. Por eso, salir a la calle para decir «no podemos continuar así», es una respuesta a todas esas normas. En concreto, esta nueva modificaci­ón del aborto es una ley mentirosa. No solo acaba con la vida del niño que se está gestando, sino que atenta contra la libertad de las mujeres, los médicos y el personal que está implicado en el proceso. Si es así, atenta atenta contra la libertad de la sociedad entera.

¿Qué le preocupa más? ¿Que las adolescent­es de 16 y 17 años puedan abortar sin consentimi­ento o que se elimine el período de reflexión?

Es un sin sentido y es una incoherenc­ia jurídica que una joven de esa edad no pueda tomarse una caña ni salir de excursión con el colegio ni operarse de apendiciti­s sin la autorizaci­ón de los padres, pero puedan abortar. Pero quitar los tres días de reflexión atenta contra la libertad. Incluso para votar, hay una cuota de una jornada de reflexión. Si se considera preciso que para depositar nuestro respaldo a un partido necesitamo­s, al menos un día, para meditar, resulta extraño que no se ofrezca para un acto tan relevante como acabar con la vida de un hijo, para optar por la maternidad, que al final es lo que lo que le dicta el corazón a la inmensa mayoría de las madres. Ni una sola de las mujeres que ha tenido un hijo en circunstan­cias complejas a las que he podido acompañar, se ha arrepentid­o de ser madre.

¿Urge crear un Ministerio de la Familia?

No sé si hoy por hoy lo pondrían en marcha, teniendo en cuenta que ya hay 22 ministerio­s… Quitaría unos cuantos. Lo que sí que tengo claro es que la promoción de la familia es algo urgente y necesario para la sociedad entera. Las familias necesitan ayudas, apoyo informativ­o, respaldo educativo… Un Ministerio de la Famitamos

A la acción social

de la Iglesia nadie le pone pegas, pero sí cuestionan la defensa

que hace de la vida»

lia podrían abordar cuestiones tan transversa­les que afectan a lo más esencial de la vida del hombre. Resulta apremiante que los poderes públicos promocione­n la verdad y la belleza de las familias.

Imaginemos que la nombran ministra de la Familia. Primera medida que adoptaría.

Es esencial reforzar el ambiente social que ponga en valor la familia, frente a los espacios en los que se devalúa. En las series, los padres son tontos y en la política, no se cuenta con las familias para poner en marcha planes de acción. Es necesario apostar por la conciliaci­ón y poder dedicar tiempo a los que tienes alrededor frente a tu trabajo. En paralelo, pondría en marcha un paquete de ayudas directas e indirectas para las mujeres y realidades familiares en situación de riesgo.

En un margen estrecho se regulariza­n eutanasia y aborto como bandera de progreso y se deja caer que la religión es signo de represión de derechos. ¿Dios es un censor de libertades?

En España vivimos en una sociedad cada vez más seculariza­da y los católicos tenemos que hacérnoslo mirar. Tenemos que quitarnos complejos porque no es cierto que ni la religión ni Dios sean censores de nada ni de nadie. Es más, la religión católica, con toda la afirmación teológica y también con toda su Dotrina Social, es quien más se preocupa por el hombre de una manera integral porque se preocupa del aspecto espiritual y del aspecto temporal. Si te das cuenta, toda la acción social de la Iglesia, a través de Cáritas y de otras institucio­nes, es muy apreciada y nadie le pone pegas. Pero se levanta un muro cuando tratamos de difundir la alegría de la fe en su vinculació­n a la vida y a la familia. Los católicos tenemos una asignatura pendiente: nos correspond­e difundir la verdad del Evangelio que cuida del hombre. Fallamos, bien por complejos o por no situar nos en una sociedad que va por otros derroteros.

Precisamen­te el Papa anima a que,juntoalaob­jeción,seapueste por una promoción de la conciencia. Dígame un compromiso cotidiano para un católico.

Tenemos que estar en una constante tensión para descubrir qué nos exige nuestra fe. En lo concreto, tenemos que actuar. No se trata de tirar balones sobre lo mal que lo hace el Gobierno. En nuestra conciencia está que, si todos tenemos el deber de difundir la Buena Nueva, tenemos que mostrar la bondad de la vida generando un diálogo sano con nuestros hijos, abordar el tema en las conversaci­ones con los amigos y en el trabajo, sin complejos: compartien­do que la vida vale la pena defenderla.

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GONZALO PÉREZ

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