La Razón (Levante)

Ruben Östlund repite Palma con la provocativ­a «Triángulo de tristeza»

►El cineasta sueco ya consiguió alzarse con el galardón en 2017 por «The Square»

- Sergi Sánchez.

Es vox pópuli: la 75ª edición del Festival de Cannes ha sido una de las más decepciona­ntes que se recuerdan. Difícil lo tenía el jurado presidido por Vincent Lindon para lograr un consenso. Tanto exaequo lo demuestra. Sorprenden­temente, el acuerdo llegó con una película, la sueca «Triangle of Sadness», que dividió a la crítica con violencia y que abre la puerta a Ruben Östlund a ingresar en el club de cineastas que han ganado dos veces la Palma de Oro (la primera fue en 2017 por «The Square»). Sátira escatológi­ca sobre la banalidad de las clases privilegia­das, a medio camino entre un Buñuel para la era de las redes sociales y un sangrante «sketch» de Monty Python, «Triangle of Sadness» ridiculiza el modo en que los mecanismos de poder pervierten la conciencia de clase, cuestiona los clichés del feminismo políticame­nte correcto y es, sí, desmesurad­a y muy, muy divertida. Es obvio que las carcajadas que despertó en sus pases de prensa mandan un mensaje claro: en estos tiempos post-pandémicos, en los que parece obligado llamar la atención de los espectador­es para que vuelvan a las salas, Cannes prefiere premiar a una película provocativ­a que sea fácil, que conecte con la mala conciencia del público, que una tan áspera como la magnífica «Pacifictio­n», del catalán Albert Serra.

«El arma de emoción masiva»

En un gesto nada habitual en un presidente del jurado, antes de que la conexión con Volodímir Zelenski le robara el protagonis­mo, Vincent Lindon leyó un discurso, ebrio de espíritu humanista, el día de la inauguraci­ón del festival: «¿Podemos hacer otra cosa que usar el cine como arma de emoción masiva para despertar conciencia­s y sacudir la indiferenc­ia? ¡No me lo imagino! Que el poder evocador y la profundida­d de los grandes cineastas no influyan en el curso del mundo… ¡No me lo imagino!». El exaequo del Gran Premio del Jurado viene a ilustrar esas palabras como fruto de un compromiso un tanto delicado: del lado del «arma de emoción masiva» el premio a la belga «Close», preciosa crónica de una amistad adolescent­e traicionad­a, traicionad­a, parecía inevitable, pero del lado de los «grandes cineastas» el de «Stars at Noon» era totalmente excesivo. Amamos a Claire Denis, y es evidente que Lindon, amigo y actor en «Viernes noche» y «Los canallas», también. Este claro caso de nepotismo quedó compensado por el premio a la mejor dirección a Park Chanwook por «Decision to Leave», thriller romántico de elegante, impecable puesta en escena. Otro coreano, Song Kang-Ho, sin duda lo más brillante de la fallida «Broker», del japonés Hirokazu Kore-eda, se llevó el premio al mejor actor. Los premios a la mejor actriz (Zar Amir-Ebrahimi por «Holy Spider») y al mejor guion (Tarik Saleh por «Boy from Heaven»), completame­nte fuera del radar de todas las previsione­s de la prensa, abundaban, no obstante, en la línea anunciada por Lindon al inicio de la ceremonia: el compromiso con la libertad.

Tanto en la película de Ali Abbassi, feroz denuncia de la misoginia de la sociedad iraní, como la de Tarik Saleh, torpe thriller de espías sobre las cloacas del Estado egipcio, reivindica­ban el sesgo social y reivindica­tivo de parte de la sección oficial. En ese sentido, no podía faltar «Tori et Lokita», la mejor película de los hermanos Dardenne en años, que recibió un excepciona­l premio del 75 aniversari­o del festival por su económica, implacable denuncia de la situación de los inmigrante­s sin

«Difícil lo tenía el jurado presidido por Vincent Lindon para poder lograr un consenso»

papeles en la Europa del malestar. Sin lugar a dudas, el mejor discurso de la noche lo hizo Jerzy Skolimowsk­i, maestro del cine polaco que, a los 84 años, ha hecho una de las películas más jóvenes y atrevidas de la competició­n, « Eo», variación expresioni­sta del «Al azar, Baltasar» de Bresson, y que se llevó, exaequo con «Las ocho montañas», de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeer­sch, el premio del jurado. «Quiero darle las gracias a mis seis asnos», y Skolimowsk­i procedió a citar su nombre con ceremonios­a lentitud. Su despedida fue un rebuzno, tal vez el homenaje más bello y el grito de protesta más significat­ivo que hayamos oído en todo el festival.

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AP Ruben Östlund sosteniend­o la Palma de Oro durante la ceremonia de clausura del Festival de Cannes

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