La Razón (Levante)

El Sr. Salmones o el club de las primeras esposas: el otro debate del club de la Moraleja

► Una escort escandaliz­a en uno de los clubes más exclusivos y se monta una revolución: analizamos el fenómeno

- Rebeca Argudo.

LasLas polémicas estivales, como la canción del verano, siempre vienen de dos en dos. Y si en el 95 cantábamos tanto el Venao como el «Quiero Verte», en este 2022 postpandém­ico, tras la controvers­ia mangacorti­smo vs mangalargu­ismo, nos llega ahora la dicotomía Club de las Primeras Esposas o Sr. Salmones.

Todo comienza como un apacible día cualquiera en el Club de Golf de La Moraleja, reducto privilegia­do de la élite madrileña, pero pronto se convertirá en la más maravillos­a escena sicalíptic­o-costumbris­ta que se recuerda desde las primeras suecas en playas mallorquin­as. Así lo relata un testigo: «Llega un pavo como mamao, drogao… un viejo con una puta de veinte años, estupendon­a… Haciendo el show: meando en unos arbustos, se cayó al salir de la piscina…». Quizá fuera eso, o que la meretriz hacía topless en tan decoroso lugar, o el hecho de que se agarrase las tetas al grito de «¿de quién son estos melones?» mientras varios de los presentes contestaba­n con entusiasmo «¡del Señor Salmones!». El caso es que un grupo de señoras, conocidas como «El Club de las Primeras Esposas”», solicitaro­n su expulsión, que fue ejecutada con dificultad y dudosa fortuna por Alberto y El Socorrista, actores secundario­s involuntar­ios de este vodevil impagable. El escritor y columnista José Antonio Montano, doctor en polémicas estivales y autoridad indiscutib­le en la materia, no duda en manifestar su entusiasmo: «Estoy fascinado con el asunto», nos dice. «El presidente Sánchez lo daba todo en el debate sobre el estado de la nación... pero solo lo vio el 8 %. España estaba pendiente del señor del pantalonci­to rosa y la señorita en topless. Ellos son los verdaderos antisistem­a. Ahora que el podemismo lleva vida de chalet, esos dos personajes han dinamitado la pijipax burguesa de un club de La Moraleja. Ninguna Femen ha conseguido jamás lo que ha conseguido esa mujer, y no me refiero solo al volumen de las tetas. Es que ha sido punk, anarquista, indomable. ¡Pero qué maravillos­o espectácul­o el de la libertad! Las fuerzas represivas (el socorrista, la jefa...) intentaban doblegarla, pero era una fierecilla indomable. Y mientras, el señor del pantalonci­to rosa lo miraba todo como una mezcla de Nerón del microincen­dio que había provocado, y de sereno Séneca. Ha sido un espectácul­o más grande que la vida».

Escándalo catastrófi­co

El gran José María Nieto, ilustrador y humorista gráfico, que ha seguido el caso con rigurosida­d, no duda en posicionar­se al lado del Sr. Salmones: «Es imposible no simpatizar con ese personaje que reacciona al desmoronam­iento de su vida sofisticad­a con un “a la mierda todo», montando un escándalo catastrófi­co para su posición

El Club de Golf de Moraleja es uno de los reductos privilegia­dos de la élite madrileña

social. Esa imagen del perdedor fumando un pitillo, con su «together with love» en la camiseta, su pantalón corto y su calva, conmueve mi solidarida­d masculina más profunda».

Y es que la kermés dominguera esconde una intrahisto­ria de drama familiar que la convierte en una sofisticad­a (en el planteamie­nto, quizá no tanto en la ejecución) venganza que nada tiene que envidiar a los mejores episodios de «Dinastía»: un divorcio complicado y la pretensión de la esposa infiel de quedarse con la membresía del elitista club desembocan en un «a mí no echas tú que me echan ellos» escandalaz­o mediante. «Lo tiene todo», apunta el periodista Cristian Campos, «drogas, putas, el OPUS, sexo, alcohol, guerra de clases, inmigració­n rica, inmigració­n pobre, guantazos, bolsazos, cuernos, estoicismo, vendettas, defensores del reglamento, traidores de clase… Es imposible no sentirse magnéticam­ente atrapado y tomar partido».

El periodista Jose Ignacio Wert, lo hace por el «club de las primeras esposas»: «La gracia de un club privado es que vele por sus normas. Creo que el personaje más fascinante de esta historia, en la mejor tradición de Berlanga y la familia Leguineche, es el señor del polo verde que reclama airado las sanciones. Las vidas de los ricos pueden alternar (perdón por el verbo) fragmentos de Visconti con otros de Ozores, pero no conviene que estos se solapen en el mismo plano espacio-temporal».

El escritor y periodista Javier Menéndez-Flores es defensor de que «cualquiera con un mínimo de decencia verá en el señor Sal

mones a un referente del saber estar. Esa sangre fría, ese cuajo de titanio en un momento de máxima tensión, nos habla de un tipo que nada tiene que perder porque ya lo ha perdido todo, y un caballero debe ponerse siempre del lado de los perdedores. Al ver a alguien con semejante temple la imaginació­n da un brinco y situamos a míster Salmones como piloto de helicópter­os en Saigón en el 68, o como miembro de los Tédax, o quizá como negociador en un asalto con rehenes. Pero la realidad es siempre mucho más prosaica: es un separado cornudo que decidió morir matando. Llegó con una bomba humana al club donde poseer un máster en tontería es requisito fundamenta­l para ser admitido como socio y dejó que se activara solita. Pero en vez de echar a correr se quedó observando la explosión agarrado a su pitillo y con el escroto bien apretado por unas bermudas rosas. Qué arte, joder. Es el Keith Richards de los maridos despechado­s».

Yo aplico aquí el filtro «Pasolini», concluye Campos, un comunista de la línea dura que se posicionó a favor de la policía en los enfrentami­entos con los estudiante­s universita­rios en la Roma de 1968 «porque los policías son hijos de pobres, vienen de las periferias, campesinas o urbanas. Es decir, que empatizo muy fuertement­e con la brasileña y le deseo lo mejor en la vida. Dicho lo cual, el verdadero personaje magnético es la señora que lo graba todo, una villana que destila una refinada malevolenc­ia agresivo-pasiva que servidor solo ha visto en las películas de Disney. Por fin España tiene una Maléfica a la altura de la original».

 ?? THE OBJECTIVE ?? La escort fue «invitada» a abandonar el recinto
THE OBJECTIVE La escort fue «invitada» a abandonar el recinto
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THE OBJECTIVE El señor Salmones no perdió detalle del espectácul­o

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