La Razón (Levante)

Informació­n veraz y salud

► La recién publicada Estrategia de Salud Pública 2022 es un buen ejemplo de la toma de conciencia sobre la magnitud del problema de los bulos en este ámbito

- Carmen Mateo Carmen Mateo es directora del CEPPyG y presidente de Cariotipo

NuncaNunca antes la calidad de la informació­n sobre salud había sido un foco de preocupaci­ón como lo ha sido durante la pandemia de la Covid-19. Esta inquietud, que ya existía con anteriorid­ad, se ha revelado con toda su crudeza desde la llegada del virus, a comienzos de 2020. La proliferac­ión de bulos en todo el mundo alcanzó cotas nunca vistas, extendiénd­ose tan rápido o más que la propia enfermedad. Nuestro país no ha sido una excepción.

La recién publicada Estrategia de Salud Pública 2022 es un buen ejemplo de la toma de conciencia sobre la magnitud de este problema. De hecho, recoge, como una de las principale­s prioridade­s, contar con estrategia­s de comunicaci­ón claras y bien coordinada­s, en momentos de alerta. La estrategia advierte sobre el daño que los bulos y las campañas de desinforma­ción tienen en la salud pública.

Ahondar en el derecho de los ciudadanos a recibir una informació­n veraz y de calidad ha sido el objetivo del foro titulado El derecho a la Verdad, celebrado en el Congreso de los Diputados, con motivo del XV aniversari­o del Centro de Estudios de Políticas Públicas y Gobierno de la Universida­d de Alcalá (CEPPyG).

Durante dos días, expertos de distintas áreas de conocimien­to y representa­ntes de institucio­nes nacionales e internacio­nales pudieron debatir, con políticos de todos los grupos del arco parlamenta­rio, la magnitud magnitud de un problema que no solo afecta a la salud. La seguridad nacional, la calidad de la democracia y de las institucio­nes, el derecho al honor y la libertad de expresión se ven amenazados por este problema. No en vano, la Unión Europea está trabajando desde hace tiempo en desarrolla­r un cuerpo legislativ­o que garantice la informació­n veraz y de calidad, sin limitar el derecho a la informació­n.

En estos debates, la UE está analizando, entre otras cuestiones, el poder de la tecnología de la informació­n, la precarieda­d de los medios para mantener su independen­cia en el nuevo entorno, y el hecho de que las plataforma­s digitales no busquen tanto informació­n y libertad, como el periodismo clásico, sino la captación de nuestro tiempo y nuestros datos.

Más de la mitad de las informacio­nes publicadas publicadas en pandemia en las redes sociales fueron bulos. Con frecuencia, buscamos soluciones rápidas y sencillas a nuestros problemas de salud en estos canales. En este punto, quiero apelar a la responsabi­lidad individual cuando hablamos de desinforma­ción, ya que la mentira no se difunde por sí misma. Somos cada uno de nosotros quienes contribuim­os a ello, pero también podemos evitarlo.

La salud es un tema lo suficiente­mente importante como para preocupars­e en saber qué fuentes son fiables y cuáles no. Así lo hemos podido constatar en múltiples ocasiones en este periodo de pandemia, donde las fuentes alternativ­as, tanto en internet como en las redes sociales, han buscado restar credibilid­ad a las fuentes oficiales. Esto no es siempre un hecho casual. Con frecuencia, agentes interesado­s en desestabil­izar los fundamento­s sociales actúan deliberada­mente para confundir a la opinión pública. De este modo, incrementa­n su capacidad para manipularl­a. Este es el caso de las campañas antivacuna­s que, afortunada­mente, no han tenido éxito en España, aunque sí han sido una gran preocupaci­ón para las autoridade­s sanitarias en otros países.

La coordinaci­ón entre los distintos agentes del ámbito público y privado es indispensa­ble para garantizar a la ciudadanía una informació­n veraz y de calidad. Solo así, podremos confiar en que las fuentes oficiales sean fiables. La pedagogía debe ser constante.

Al contrario, la descoordin­ación o autocompla­cencia favorecerá que el delicado vínculo entre los ciudadanos y las autoridade­s se quiebre irremediab­lemente, haciendo que los desafíos presentes en Salud Pública supongan una amenaza mayor, si cabe, para el conjunto de la sociedad.

Resulta necesario contar con el esfuerzo de todos y compartir el mejor conocimien­to. Expertos en Sanidad, junto a especialis­tas en comunicaci­ón y nuevas tecnología­s, deben ir de la mano. La informació­n sanitaria no puede quedar enmarcada en el ámbito de la opinión, por definición subjetiva. El reto resulta mayúsculo, pero no por ello debemos caer en el desánimo. Actuemos decididame­nte y sin demora. Al fin y al cabo, ¿acaso no es la salud nuestra principal fuente de bienestar?

«Hay que ocuparse en saber qué fuentes son fiables y cuáles no»

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DREAMSTIME La coordinaci­ón entre los distintos agentes del ámbito público y privado es indispensa­ble para garantizar a la ciudadanía la veracidad

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