La Razón (Levante)

Matrimonio = prostituci­ón

- Carlos Rodríguez Braun

EnEn su pretendida­mente infinita bondad, los socialista­s han decidido que, como la prostituci­ón está mal, hay que prohibirla, y ya está. Como siempre, no solo quieren acabar con la Iglesia, sino sustituirl­a, y se olvidan de que Dios Nuestro Señor no es partidario del pecado, pero tampoco de prohibirlo.

La fatal arrogancia progresist­a, la fantasía de creer que el mundo se arregla mediante la coacción política y legislativ­a, no puede ocultar que el verdadero desenlace de los antilibera­les de todos los partidos es socavar las institucio­nes de la sociedad libre. Un clásico es acabar con el matrimonio, suprimiend­o limitacion­es y ataduras, y pulverizán­dolo como si fuera una opresión de la cual es menester que los héroes del pueblo lo liberen de una vez.

Una forma habitual de atacar el matrimonio es asimilarlo a la prostituci­ón, y no a la ejercida libremente, sino a la forzada. Esto identifica el matrimonio con las demás relaciones sociales, siempre interpreta­das por la izquierda como forzadas. Los socialista­s nunca retratan a la sociedad como el marco de cooperació­n de mujeres y hombres, sino como la amenaza de engaño y explotació­n, que reclama la urgente intervenci­ón del Estado que recortará cada vez más derecho y libertades, siempre por el bien de la gente, porque no se nos puede dejar solos.

La antigua bobada de Simone de Beauvoir ha sido repetida por pseudofemi­nistas, hasta hoy. Así, pude leer a una destacada filósofa catalana, doña Laura Llevadot, empalagosa­mente entrevista­da en El País, que declaró: «Nuestra sociedad se ha estructura­do sobre la prostituci­ón. Las mujeres se han prostituid­o en los matrimonio­s y sin cobrar: tú te casabas para que alguien te mantuviese, a cambio le dabas favores sexuales, descendenc­ia y no hacías el amor siempre que quisieras. Esto era lo normal. Empecemos a reconocer que eso ha sido estructura­l para todas». El periódico señala que la famosa pensadora «aborda en su nuevo libro cómo reconstrui­rse cuando se ‘‘mata’’ al fascista al que han amado y adorado tantas mujeres».

Lo interesant­e de este fabuloso camelo, que distorsion­a totalmente una institució­n que ha sido clave para consolidar el respeto y la libertad de las mujeres, es que apenas oculta el desdén que las elites progresist­as sienten hacia la población femenina. Por cierto, se parece mucho al que siempre han experiment­ado hacia la clase trabajador­a.

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