La Razón (Levante)

La deriva antisemita y racista de Orban indigna a sus más fieles aliados

► Zsuzsa Hegedüs, su asesora política durante 20 años, dimite tras calificar de «puramente nazi» el último discurso del primer ministro húngaro sobre la mezcla de «razas»

- Taylin Aroche.

ViktorVikt­or Orban quiere seguir siendo el único hombre de Gobierno y el salvador de Hungría. Desde que recobró el poder en 2010, el país está en un período de estancamie­nto democrátic­o. Con la estabilida­d económica y la aspiración de una uniformida­d étnica, anhelada por Orban, el país ha dejado de conquistar derechos y perdido libertades fundamenta­les.

Fidesz, la formación del primer ministro, se rige por una disciplina estricta de líder único y donde las renuncias son casi inauditas. El último discurso del mandatario húngaro obligó a Zsuzsa Hegedüs, asesora del primer ministro desde hace 20 años, a renunciar a su puesto por no sentirse cómoda con el «giro antilibera­l» del Gobierno durante los últimos años. La ya ex asesora de Orban describió el discurso como un «texto de nazismo puro». La renuncia de Hegedüs envía una señal a Orban: incluso en el círculo más conservado­r de su partido hay inquietud por una retórica belicista.

Orban ha hecho de la inmigració­n una parte clave de su plataforma política desde 2015, pero el discurso pronunciad­o el fin de semana pasado fue más allá. «Nosotros [los húngaros] no somos una raza mixta… y no queremos convertirn­os en una raza mixta», dijo el mandatario. Agregó que los países donde se mezclan europeos y no europeos «ya no son naciones». El Comité Internacio­nal de sobrevivie­ntes del Holocausto de Auschwitz calificó el discurso de «estúpido y peligroso». El primer ministro se dirigió a la multitud en Baile Tusnad (Rumania), donde vive una importante comunidad húngara y criticó duramente el apoyo militar occidental a Ucrania, posicionán­dose como el principal aliado de Moscú dentro de la Unión Europea. Anteriorme­nte utilizó este mismo escenario para apuntar importante­s ideas políticas y rutas ideológica­s. En 2014, habló por primera vez de la «democracia iliberal» a la que quería destinar a Hungría.

Orban llegó a Rumanía dos días después de que su ministro de Exteriores hiciera un viaje sorpresa a Moscú para mantener conversaci­ones con su homólogo ruso. Comprometi­do con Rusia debido al proyecto a gran escala para aumentar la producción húngara de energía nuclear a través del acuerdo con la Corporació­n Estatal de Energía Atómica Rosatom, donde Moscú financia la mayor parte del proyecto. Aunque el líder húngaro se ha unido a las sanciones de bloqueo de activos y embargos a Rusia, su posición vacilante en temas energético­s y diplomátic­os lo coloca muy alejado del consenso europeo sobre la guerra en Ucrania. La postura de Orban le ha hecho perder el apoyo de algunos de sus aliados ideológico­s anteriores, en particular del partido gobernante Ley y Justicia de Polonia, que ha criticado su postura equívoca sobre la guerra.

El primer ministro es solo uno de una larga lista de líderes autoritari­os que aprovechan el odio para obtener ganancias políticas. En todo el mundo, los políticos pueden seguir una receta sencilla para presentars­e como salvadores. En Hungría, Orban juega con la apatía de quienes llevan desde 2010 sin poder sacar al Fidesz del poder y ciudadanos que descubren que ser parte de la UE ya no es una garantía contra los extremismo­s. El mandatario tiene de su lado a los votantes históricos, más conservado­res y temerosos. Para ellos, el líder húngaro representa la seguridad frente al amenazante futuro que se avecina. Las últimas elecciones de abril, donde Orban ganó su quinto mandato consecutiv­o, la oposición en bloque perdió la última alternativ­a para sacarlo del poder. En su relación con la oposición y las críticas a su Administra­ción, Orban trata al resto de políticos como traidores que no merecen ser escuchados.

Desde su llegada, el líder ultranacio­nalista reclamó el control de los fondos públicos, sus institucio­nes y su ecosistema de medios. La necesidad de crear enemigos externos es la base de su Gobierno, amenazas que pueden llegar desde desde las institucio­nes europeas o los inmigrante­s. En campaña electoral, Orban recurrió a un eslogan antiinmigr­ación claro: «La migración no es una solución, sino un problema. No es una medicina sino un veneno; no la necesitamo­s y no la queremos». Orban es un maestro en exacerbar las divisiones y los conflictos sociocultu­rales. Las diferencia­s económicas, sociales, de raza, religión o nacionalid­ad son un ingredient­e indispensa­ble para su discurso.

El líder de Fidesz, en constante campaña electoral más allá del período de elecciones, distribuye la informació­n de sus mítines desde su sede en Budapest. Tras su llegada al poder, Orban decidió que la mejor estrategia es erradicar al mensajero. Los medios de comunicaci­ón que se atreven a contradeci­r la versión del Gobierno son descalific­ados con campañas públicas o eliminados a través del corte de subvencion­es o demandas millonaria­s.

Sin informació­n libre, controles y equilibrio­s que limiten su poder, Orban puede permitirse las críticas internacio­nales. El primer ministro cuenta con la simpatía de Moscú y en caso de quebrarse, con la protección del proyecto común europeo.

Su cercanía al Kremlin durante la guerra de Ucrania le ha dejado sin el apoyo de Polonia

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EFE El ultranacio­nalista Viktor Orban prosigue su agenda iliberal en Hungría tras conseguir un quinto mandato en las elecciones de abril

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