La Razón (Levante)

Jarabo, un criminal mediático

Fue el último reo procesado por la Justicia ordinaria que falleció en el garrote vil, una sentencia que se prolongó durante más de veinte minutos

- César Alcalá. MADRID

EraEra miembro de una familia acomodada de Madrid, donde nació el 28 de abril de 1923. Su padre era el abogado Jo sé María Ja rabo Guinea –represalia­do por el franquismo al haber creado la Juventud republican­a de Aragón– y su madre Teresa Pérez-Morris. Por ello, al terminar la guerra civil se trasladaro­n a Puerto Rico. Ahí se casó con Luz Marta Álvarez. El matrimonio duró poco tiempo, marcado por los malos tratos e infidelida­des. Tuvieron a José Ronaldo, que en 1992 fue absuelto por el Tribunal Superior de Puerto Rico de 4 cargos criminales por altercado violento con una mujer.

Tras separarse marchó a Nueva York, donde el 1946 ingresó en risión de Springfiel­d, por fotografia­r a mujeres en actitudes obscenas. Salió de la cárcel en 1949. A laño siguiente, huyendo de la justicia estadounid­ense, regreso a España.

Vive como un dandi en Madrid hipotecand­o todo lo que tenía y llevando a cabo negocios poco lícitos. En 1956, después de haber liquidado el patrimonio familiar, conoce a Beryl Martin Jones. Ambos deciden empeñar una joya que le regaló el marido de esta. Beryl está casada y tiene dos hijos. Van a Jusfer, en la calle Alcalde Sainz de Baranda, cuyos dueños son Emilio Fernández Díaz y Félix López Robledo.

El marido regresa y ella le pide a Jarabo que desempeñe la joya, al reclamárse­la. En Jusfer le ponen mil y una excusas. Por la joya le dieron, en su momento, 4.000 pesetas, estando valorada entre 50.000 y 200.000 pesetas. También tienen una carta de Beryl que los compromete. Por eso le piden el 200 por ciento para recuperarl­o todo.

El 19 de julio de 1958 va a casa de E mil ioFernánde­z. No deja huellas al penetrar en el edificio,situado en la calle Lo pe de Rueda 57. Le abre la puerta Paulina Ramos Serrano, de 26 años. La asesina, para no tener testigos, y la esconde en su cuarto. Luego asesina a E mil ioFernánde­z y a su mujer, María de los Desamparad­os Alonso Brevo, que está embarazada de pocos meses. En el piso no encuentra ni la joya ni la carta. Para no ser descubiert­o por el sereno, pasa la noche en el piso.

Jarabo robó las llaves del negocio y el lunes 21 de julio va para recuperar lo suyo. Estando ahí entra Félix López. Le dispara dos veces en la nuca. En la tienda tampoco encuentra la joya ni la carta. El traje ensangrent­ado lo llevó a una tintorería de confianza. Posteriorm­ente marchó al bar Chicote y pasó la noche con dos mujeres. Los dueños de la tintorería, a pesar de la amistad, al ver que el traje estaba ensangrent­ado, decidieron llamar a la policía. El martes 22 de julio, mientras iba a recoger el traje, es detenido.

En la Dirección General de Seguridad, situada en la Puerta del Sol, Jarabo pidió que desde Lhardy subieran comida para todos y una botella de coñac francés. Confesó que se arrepentía de haber asesinado a las dos mujeres, pero no de aquellos hombres que lo habían chantajead­o.

El 39 de enero de 1959 dio comienzo el juicio contra José María Jarabo. El juicio se convirtió en uno de los primeros espectácul­os mediáticos de España. La sala cada día estaba llena de personajes famosos. El juicio duró 5 días. Jarabo estrenó traje cada día. Durante el mismo Jarabo dijo: «No sé si soy un psicópata o no. Ni me importa. Lo único que sé es que no soy autor de cuatro muertes; quizás dos un poco más justificad­as, aunque en realidad ninguna puede serlo».

En el juicio participar­on cinco médicos. Dos de ellos llegaron a la conclusión de que estaba perturbado y los otros tres dictaminar­on que estaba cuerdo. A la hora de la sentencia, hay que tenerlo en cuenta, pesaron más la muerte de las dos mujeres –teniendo en cuenta que una estaba embarazada– que la de los dos hombres.

Mató a Emilio Fernández y su mujer, que estaba embarazada

Fue detenido en la tintorería donde dejó su traje lleno de sangre

El juez lo condenó a cumplir cuatro penas de muerte con las accesorias para el caso de indulto, interdicci­ón civil e inhabilita­ción absoluta durante la condena, e indemnizac­iones de 200.000 pesetas para los herederos y el pago de las costas procesales.

El 4 de julio de 1959, Antonio López Sierra fue el encargado de llevar a cabo la condena y ejecutarlo en el garrote vil. Aquella fue la última muerte que fue llevada a cabo por la justicia ordinaria. El verdugo, ebrio, se vio incapaz de doblegar el cuello atlético de José María Jarabo. La ejecución, al final, se prologó más de veinte minutos, hasta que al final un médico pudo dictaminar la muerte del condenado.

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Jarabo fue el último criminal ejecutado por la justicia ordinaria

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