«La sociedad está infantilizada por el baile de tiktokeros»
GRANIZADO DE VERANO Edu Galán Escritor ► Prepara el lanzamiento de su nuevo ensayo, «La máscara moral», que saldrá a la venta este otoño
DiscípuloDiscípulo del filósofo Gustavo Bueno y defensor de la agitación inteligente, la otra mitad del dúo satírico Mongolia (publicación de la que ahora es accionista) se muestra lúcido y desafiante como lo hace en cada proyecto en el que participa: críticas culturales, ensayos –como «El síndrome Woody Allen» (Ed. Debate)–, obras de teatro, documentales, espacios televisivos o tertulias radiofónicas. Un rato con este incisivo caballero hace que absorbas algo de su inteligencia... aunque sea por ósmosis.
¿Cómo se presenta el verano?
Trabajando porque estoy corrigiendo mi próximo ensayo que se llama «La máscara moral» que se presenta en noviembre, preparando una serie documental en audio, ultimando otra cosa para Sonora (Atresmedia) y haciendo pasatiempos narrativos para prensa.
En «El síndrome Woody Allen», arremetías contra la empatía...
A nivel personal no tengo ningún problema... pero sí contra la empatía como forma de gestionar lo público. No hay persona más empática con los suyos que un corrupto. Yo no pido empatía a los poderes públicos sino que legislen para gestionar a la población y sus vicisitudes.
¿No está saturado del nuevo izquierdismo «woke»?
Estoy cansadísimo pero no quiero ser victimista. Como es transversal, su tontería se copia hasta en el Ministerio de Igualdad, con ese cartel absurdo. Siento que estamos cercados de idiotas. Mires a donde mires hay un idiota señalando con el dedo.
Le he oído decir que en lugar de derecha e izquierda hay que hablar de lo racional y lo irracional, lo leído y lo no leído... ¡todo estaba en la Bola de Cristal!
¡Este lee, este lo lee! (Jajaja). Lo recuerdo. Lo que ocurre es que me cansan esas dos etiquetas que son múltiples. No hay izquierda y derecha, sino izquierdas y derechas. Cada vez juzgo más, a nivel político, los sistemas autoritarios o liberales y si han leído, o no. Y luego podemos empezar a hablar. Seas de donde seas, ¡a la basura! Hay que matizar muchísimo para no decir tonterías.
Las redes sociales nos han dado la posibilidad de reforzar la ortodoxia a base de ruido, ¿terminaremos dándoles la espalda, ahora que todo son bailecitos?
A mí me parece que es algo tan reciente que habrá un momento en que cambie la tendencia. Mi próximo libro va de eso, estoy preocupado porque vivimos en una sociedad cándida, infantiloide y aturullada por esos bailes del tiktokeros. Me da cierto «cangele» que sustituyamos esta entrevista por un flashazo de bailes idiotas y que la comunicación se convierta en la más absoluta nada.
¿Cuál es la mayor tropelía que se ha cometido en nombre de una buena causa?
La mayor no lo sé pero utilizar esas causas para venderte es de una hipocresía tremenda cuando te importa tres narices la víctima. Pasó con Juana Rivas y aquel «todas somos Juana». Aquella mujer tuvo que seguir a ciegas con su periplo vital y se zampó el tema solita. Si no la hubieran metido en aquella espiral, en nombre de valores huecos, otro gallo le hubiera cantado. Todo fue puro bla, bla, bla, para mayor gloria moral de otros, tumbados en su sofá.
A «Mongolia» se le acusa de anticlerical, antisentimental... Al cerrar un número, ¿sopesan las posibilidades de demandas?
Aunque ya no estoy sigo siendo accionista y estando orgulloso de la publicación. Ha dado 360 grados en antipatías a la derecha, a la izquierda, al centro y al «padentro». Uno de nuestros grandes fallos fue Ortega Cano y no habernos asegurado más y haber perdido el juicio. Ahora estamos en recurso en Europa, perdiendo 60.000 euros. Pero bueno, no cumplir la ley cuesta pasta y, a veces, también la libertad. Y se descubre a hostias.
¿Es verdad que ahora se ha hecho «campechano» y pide que dejen al emérito Juan Carlos vivir en paz en Arabia?
Es una «boutade». Me declaré Juancarlista y como en redes no hay ironía... Lo hice por una razón: ahora todo el mundo le desprecia pero antes todos nos arrodillábamos. Ahora está siendo vapuleado porque es un blanco fácil. Le mando un mensaje desde este periódico: «Invíteme, majestad. Me haré una foto con usted y seré su Carlos Herrera de izquierdas».
¿Por qué aumentar negacionistas y terraplanistas?
Los filtran las nuevas tecnologías. Antes, un terraplanista estaba solo en un pueblo perdido y ahora conecta con otro de Australia y creen que son un grupo. Parecen más de los que son porque hacen ruido. La idea de proporcionalidad nos remite, otra vez, al cartel de igualdad. El Instituto de la Mujer debería dimitir, porque viven en una realidad «First Dates» donde las mujeres tienen un odio tremendo cuyo origen desconozco y, en lugar de tomar perspectiva, lanzan campañas agresivas a golpe de Twitter.
Cada vez juzgo más si los sistemas son autoritarios o liberales y si los políticos han leído»