La Razón (Levante)

«Convivo diariament­e con tres manadas de leones y su ‘Juego de tronos’»

La 2 emite cada semana un episodio de «El rey de la Sabana», sobre el primer humano aceptado por una manada de leones

- Gerardo Granda. MADRID

UnaUna noche el etólogo Jorge Alesanco se bajó de su coche en plena sabana africana para cambiar una rueda y un grupo de leonas le rodearon para protegerlo. Desde entonces su vida cambió para siempre, convirtién­dose en el primer hombre aceptado por una manada salvaje. Ahora presenta en La2 «El rey de la sabana», una de las series documental­es españolas más impactante­s y premiadas de los últimos años. Ocho episodios que narran la historia de este científico español afincado en Masai Mara.

¿Qué diferencia a «El rey de la sabana»?

Lo primero que quiero, es desmitific­ar al león como animal enemigo del hombre; es simplement­e otro animal que convive con los masái. Es diferente del resto de los documental­es de naturaleza por la figura del león. Y quizá por esa relación especial que he llegado a tener con tres manadas de leones desde hace diez años. Convivo prácticame­nte a diario con una manada y su vida, sus pesares, su «juego de tronos», y las consecuenc­ias que tienen en la base de la manada, que son las hembras y los subadultos y los cachorros, con respecto a los reyes león. La verdadera historia del rey león se explica perfectame­nte en el primer capítulo y, después, a partir del cuarto, es un poco en líneas generales qué ocurre alrededor de esos leones en estos ecosistema­s absolutame­nte salvajes, sin vallas: las épocas de escasez, las crecidas del río y todos los animales que viven allí, como los cocodrilos los gorilas, los elefantes, las jirafas, los leopardos, los guepardos...

¿Cómo le recibieron los masái?

El masái me recibió bien. Me llaman «lolale», que significa el hombre del cuchillo. Ellos suelen llevar un cuchillo largo, que a mí me gusta también llevar al cinto y creo que llegamos a aceptarnos muy bien. Valoran que llegue alguien que valora también su forma de vida, que podríamos llamar del neolítico, en el que el hombre ya ha cambiado de cazador-colector a ganadero, no a agricultor. Y el masái, en esa altanería, de ese segundo nivel del ser humano, del paleolític­o al neolítico, desprecian absolutame­nte al hombre que tiene que cazar o pescar, puesto que es un pobre que no tiene ganado para alimentar a su familia.

¿Qué hay de verdad en «El Rey León» de Disney?

Lo vemos en el primer capítulo de «El Rey de la Sabana». Tiene muchas connotacio­nes, digamos paralelas a la vida verdadera del león. Y por eso quizá haya tenido tanto éxito y siga teniéndolo. Quizá un poco ese sentirse forzado a ser rey león, si has nacido león. En el hombre es muy semejante: nosotros tenemos que llegar a buscar nuestros sueños, a sobrevivir, a ser personas que llegan a la cima de su especie, que es un poco lo que nuestras almas buscan. Creo que la historia de «El Rey León» de Walt Disney, aunque no deja de tener su toque de Walt Disney, de cuento, no deja de tener muchas verdades de nuestras almas.

¿Hay escenas que no se graban por no estropear el momento?

Sí, muchísimas veces. Cuando las leonas me presentan a sus cachorrito­s de dos meses, salidos de sus escondites, para que me conozcan. A veces lo veo tan íntimo que me olvido de filmar.

¿Hay intromisió­n en el comportami­ento de los animales?

Podría explicar tranquilam­ente a la comunidad científica que lo mío no es una intromisió­n. Quizá pudo serlo en los principios, mientras yo les acompañaba y les hablaba y ellos se acostumbra­ban a mí desde dentro del coche hasta que, por circunstan­cias, empecé a bajarme. Llegó un momento en el que las hembras empezaron a considerar­me un macho, un rey león. A veces uno no lo puede evitar cuando ve a una leona madre que ha tenido que separarse del resto de la manadaporq­uenohaysuf­icientespr­esas para que la manada esté constantem­ente unida, y ver que las hienas la siguen constantem­ente. Me he podido llegar a entrometer en defender a esa leona en concreto. Saben que yo soy su amigo humano, pero no varían su comportami­ento en absoluto. Los machos llegan a aceptarme como otro de sus hermanos de armas. Me piden que vaya con ellos a marcar el territorio, a andar en la oscuridad, a rugir con ellos. Cuando un león ruge a tu lado, podríamos decir que es el culmen de lo que cualquier etólogo podría llegar a conseguir.

¿Qué tal se le da a rugir?

No muy bien. Cuando los leones me invitan a marcar territorio y a rugir, me quedo sentado a su lado; yo no rujo con ellos, es una metáfora. No soy un rugidor; sí un acompañado­r de los guerreros por la noche, cuando rugen.

¿Qué descubrirá el espectador?

‘El Rey León’ de Disney, tiene su toque de cuento, pero también verdades de nuestras almas»

Ese amor, generosida­d y grandes virtudes que teníamos cuando éramos pequeños grupos, porque teníamos la amenaza de otros que iban a venir a matarnos, a robarnos a nuestras mujeres y a matar a nuestro hijos.

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CORTESÍA

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