La Razón (Madrid)

«La discapacid­ad no se arregla con paternalis­mo»

El conocido actor de «Campeones» acaba de publicar «S4la de espera», un libro de relatos, poemas y reflexione­s sobre los tres últimos años de su vida

- JUAN BELTRÁN - MADRID

EnEn «Campeones» interpreta­ba a un discapacit­ado intelectua­l y muchos creen que lo es. Jesús Vidal (León, 1975) es filólogo, periodista, actor, dramaturgo y ganador del Goya al mejor actor revelación. Ahora acaba de publicar «S4la de espera» (Martínez Roca), que contiene cuatro relatos, diez poemas y fragmentos de un diario donde relata sus vivencias de los tres últimos años. Vidal perdió la visión de un ojo con 20 años y solo le queda un 10% en el otro. Escribió una obra de teatro homónima («Sala de espera») y ha protagoniz­ado otras varias, pero tiene claro que «Campeones” «marcó un antes y un después en mi carrera».

–¿Los sueños se cumplen?

–Se cumplen, pero hay que trabajarlo­s, creer en ellos, no vale solo con soñar, hay que poner mucha voluntad. Con ella y trabajo al final se acaban cumpliendo.

–¿Cuál era el suyo?

–Ser actor, siempre lo tuve claro, y gracias al trabajo y a mucha gente que me ha apoyado profesiona­lmente está pudiendo ser así.

–Filólogo, periodista, actor y, ahora, escritor. ¿Lo ha tenido difícil?

–Tuve que luchar bastante, como casi todas las personas, pero al ser ciego parece tener mayor mérito. Yo creo que no, he tenido trabas por no ver, pero también cosas buenas, apoyo de gente, voluntad, sensibilid­ad…

–¿Ha sido importante confiar en sí mismo?

–Sí, en mis condicione­s, tener fe en lo que puedo hacer. Eso es lo que me ha movido siempre y me ha hecho posible conseguir las cosas.

–¿Cómo fue quedarse sin visión a los 20?

–Ves que se te apaga parte del mundo. Un apagón físico y anímico del que salí con optimismo y el cariño de los míos. A partir de ahí traté de tomarme la vida con humor y con la conciencia de tener una oportunida­d para disfrutar. Dices, me queda un 10%, voy a aprovechar­lo y a tratar de vivir plenamente.

–¿Cómo se aprende a vivir sin ver?

–Apoyándote en otras cosas, potenciand­o otros sentidos, el oído, el tacto, el olfato y, por supuesto el gusto, la comida me encanta,

La imperfecci­ón nos une y nos mejora, necesitamo­s a los otros para completarn­os. Cada segundo es un camino en la búsqueda de la plenitud»

Mi sueño era ser actor, siempre lo tuve claro, y gracias al trabajo y a mucha gente que me ha apoyado, se está pudiendo cumplir»

un buen vino. Además, es importantí­simo el apoyo familiar.

–Su discurso en los Goya nos conmovió a todos. ¿Se imaginaba su impacto?

–No, creo que fue por su sinceridad, por estar construido desde el corazón. Es verdad que impactó en las redes y en los medios, y eso es lo mágico de la comunicaci­ón, la capacidad de elevar algo a una potencia inusitada.

–Sus palabras clave: inclusión, diversidad, visibilida­d, ¿fueron de denuncia?

–Básicament­e, el discurso fue concebido como un acto de agradecimi­ento y respeto a quienes me habían ayudado y hacia la Academia, pero también como reivindica­ción y una forma de combatir.

–¿Cuál es la mayor discapacid­ad?

–El miedo, que como humano yo también tengo. Éste y los prejuicios nos incapacita­n, nos hacen ser menos como personas.

–¿Diferencia o discapacid­ad?

–Para mí, diferencia. Discapacit­ado es un término práctico, pero lo decimos porque solo focalizamo­s lo que no pueden hacer. Normalment­e no nos fijamos en lo que las personas no pueden hacer, únicamente cuando hablamos de discapacid­ad, por eso prefiero «diferencia», que valora más las capacidade­s de cada uno y lo diferente como algo rico.

–¿Qué le aporta ser diferente?

–Una sensibilid­ad especial y, nunca mejor dicho, una manera distinta de ver la vida. Al principio valoramos las cosas de una manera, pero cuando entran otros sentidos y el corazón, cambia. A mí esta percepción me viene de serie y eso me ha hecho ser más empático, capaz de valorar cosas que quizá hubiese valorado viendo bien, pero de otra manera.

–¿Por qué afirma que todos somos imperfecto­s?

–Porque somos limitados, nacemos y morimos. Si fuéramos dioses esto sería muy aburrido. La imperfecci­ón nos une y nos mejora, necesitamo­s a los otros para completarn­os. Cada segundo es un camino en esa búsqueda eterna de la plenitud.

–¿Qué es peor, ser corto de vista o de miras?

–De miras, sin duda, hace falta amplitud de miras para poner las luces largas.

–¿Le molesta el paternalis­mo?

–Sí, porque la discapacid­ad no se arregla así. Yo trato de combatirla con la normalizac­ión. Cuando etiquetamo­s solo como persona, el paternalis­mo se echa a un lado, se derriba.

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RUBÉN MONDELO

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