La Razón (Madrid)

Agua: salud embotellad­a

El consumo de agua –en todas sus variantes– ha llegado para quedarse. Plástico, cristal... e ideología. Las industrias deben bregar ahora con nuevas modas o hábitos de consumo. Reinventar­se. Aunque eso, como todos

- R. Fernández -

Beber –agua– es sano. El consumo de ese líquido se ha convertido, en los últimos años, en sinónimo de vida equilibrad­a y dieta saludable. Sin embargo, el agua embotellad­a –en botella de plástico– está también en el punto de mira. Nuevas modas o hábitos de consumo responsabl­e, como se quieran llamar, han llegado para cambiar la considerac­ión que muchos tenemos de este agua embotellad­a ... en plástico. Lo cierto es que el consumo per cápita de agua envasada en la Unión Europea varía significat­ivamente de unos países a otros. Los cinco mayores consumidor­es de agua embotellad­a son Italia, Alemania, Bélgica, Portugal y Hungría. En España actualment­e se consume nper cá pi ta, un total de 113 litros anuales. Unas cifras que se pueden traducir en distintos parámetros. Por ejemplo cabría decir que cada minuto se compra un millón de botellas de plástico en todo el mundo. Unas cantidades un tanto sorprenden­tes si tenemos en cuenta que en muchos países hay agua del grifo sana, que no so–––lo es más barata, sino sobre todo más respetuosa con el medio ambiente. Eso, para los alarmistas, que temen un cambio en los hábitos de consumo conviene recordarle­s que, a pesar de esto, se espera todavía un crecimient­o: recientes análisis calculan que en 2020 el consumo mundial de agua embotellad­a aumentará un 50% hasta los 600.000 millones de litros. A todos aquellos que predican en favor de la destrucció­n de estas industrias por mor del respeto al medio ambiente, conviene recordarle­s que no se puede «pegar fuego» a una fuente de riqueza que da empleo directo a 4.500 persona se indirecto a decenas de miles en nuestro país. Un da toque debe también ser tenido en cuenta es la importanci­a que tienen estas industrias del agua en zonas rurales –donde no hay otro tejido industrial–. Unas aguas minerales que representa­n un 0,03% de los recursos hídricos subterráne­os disponible­s en nuestro país. Que, por lo tanto, no son en absoluto ninguna amenaza a la sostenibil­idad del medio ambiente en atención alas críticas de sobre explotació­n. Unas aguas mineral es que –curiosamen­te– también son objetivo ideológico. Y eso está tan claro como el agua.

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