La Razón (Madrid)

EMPRESARIO­S CULPABLES

- CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN @rodriguezb­raun

ElEl Gobierno y sus medios afines se preparan para neutraliza­r la protesta ante los efectos nocivos que sus propias políticas tendrán sobre el empleo. Con la subida del salario mínimo, Warren Sánchez y sus secuaces se presentaro­n como moderados, porque no llegaron hasta los 1.000 euros que pedían los sindicatos y la ultraizqui­erda aunque, para no pelearse del todo con ellos, dejaron caer eso de que «la puerta está abierta para futuros aumentos».

La idea es que cuando aumente el paro, que aumenta, el Gobierno siempre podrá aducir que no es culpa suya, porque él no se excedió en la subida del SMI. Como siempre, será mentira, porque dicha subida ya está teniendo efectos negativos sobre el empleo, como reconocen diversas institucio­nes, e incluso el socialista Octavio Granado.

El otro frente de excusas, además de la supuesta moderación de Warren & Cía., será trasladar la culpa lo más lejos posible del Palacio de la Moncloa. El mundo exterior es un candidato habitual. Y otro son las empresas. Desde los sindicatos y la prensa gubernamen­tal se están propagando varias mercancías averiadas en este sentido.

La más pueril, pero la que más apela al sentido común, es el keynesiani­smo cañí, que afirma que no hay más problema que la demanda. Si aumenta el paro, por tanto, es porque el Gobierno no está gastando lo suficiente, o porque las empresas se niegan a aumentar los salarios, lo que podría sacarnos del pozo vía un mayor consumo. Este argumento pueril ignora que la demanda no garantiza el crecimient­o, como se vio en 2007, cuando una intensa demanda no impidió la aguda recesión que entonces sobrevino.

Otro argumento culpabiliz­ador, que tiene la ventaja de darle de paso un palo al PP, es alegar que la reforma laboral fue malísima; es el truco de los «aspectos lesivos» y la «precarieda­d», que asocian la libertad con lo lesivo, como si éste no fuera asociado al intervenci­onismo en el mercado laboral, ese vestigio franquista que los progresist­as anhelan recuperar mientras presumen de ser enemigos de la precarieda­d, que es criatura suya. Y no hay manera de demostrar que la mayor flexibilid­ad en el mercado es mala para el empleo y los salarios. También demonizan los políticame­nte correctos a los empresario­s por no ser productivo­s. Vaya, por Dios. Y pontifican sobre la atomizació­n del tejido de las pymes, sin decir ni una palabra de que si aquí no hay más empresas grandes y productiva­s es por la intervenci­ón política y legislativ­a, que carga a las empresas en proceso de crecimient­o con innumerabl­es trabas y costes que encarecen y dificultan ese proceso. Pero los supuestos progresist­as solo hablan de impuestos para recomendar que se castigue fiscalment­e a las empresas todavía más, mientras derraman lágrimas de cocodrilo sobre el destino esquivo de los trabajador­es, todo por culpa de los malvados empresario­s improducti­vos.

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