La Razón (Madrid)

¿Quiere hacer realidad la peor de sus pesadillas?

«Fantasy Island», inspirada en la exitosa serie de los 70 y 80, aunque con un punto más terrorífic­o

- R. GAMAZO- LOS ÁNGELES Sergi SÁNCHEZ

JeffJeff Wadlow se graduó en la Universida­d de Dartmouth para, tiempo después, acabar trabajando en uno de los programas de cine con más prestigio del mundo llamado «Peter Stark» que se impartía en la Universida­d del Sur de California y que actuó como provechoso caldo de cultivo del que germinó una camada de directores de la talla de George Lucas y Robert Zemeckis («Náufrago» y «Regreso al futuro»).

Su carrera se ha disparado en los últimos tiempos y ahora regresa con la inquietant­e «Fantasy Island», una adaptación de la famosa serie de televisión de los 70 y 80 protagoniz­ada por Ricardo Montalbán. En esta ocasión, Wadlow le da una vuelta de tuerca al guión primigenio con la intención de captar la atención de los amantes del terror. En la adaptación cinematogr­áfica se ha rizado el rizo argumentat­ivo y se exploran terrenos que pueden llegar a resultar bastante más tenebrosos que los originales. –La mayor diferencia que existe con la ficción original es que, aparte de ser un género diferente, los invitados a la isla tienen una conexión, algo que no pasaba en la serie.

–En ella no tenía sentido porque eran episodios de 30 minutos y la conexión entre los invitados no podía funcionar en un lapso de tiempo tan corto. Por ese motivo los sueños de los invitados nunca se entrelazab­an. Para mí lo importante aquí era que las fantasías fueran interesant­es y retorcidas y que el espectador no supiera en un principio que los invitados están conectados.

–Ricardo Montalbán fue un icono para la comunidad hispana de EE.UU. Cuando eligió a Michael Peña para interpreta­r a Mr. Roarke, ¿quería a alguien latino diferente?

–Peña fue mi primera opción porque pensé en hacerle un tributo a Montalbán, pero a la vez quería que fuera distinto. Si hubiera elegido a un actor latino más mayor vestido de traje habría sido como una imitación, y no buscaba eso. Y creo que lo hemos conseguido.

–¿Qué le gustaba de la serie?

–Esa especie de realismo mágico con toque oscuro de cada capítulo. Lidiaba con emociones reales, personajes bastante creíbles, todo ello manifestad­o de una forma un tanto surrealist­a.

–Es probable que las nuevas generacion­es no la conozcan. –Eso precisamen­te fue lo que me hizo adentrarme en este el proyecto. Reinventar algo que no necesariam­ente está en el imaginario colectivo actual tan presente como hace veinte años. Es algo que llamará la atención a los que veían la serie pero, a la vez, va a atraer a nuevo público.

–Hay algunas escenas bastante oscuras en la película. ¿Dónde está su fuente de inspiració­n?

–Mi cabeza no para de idear cada día, es como un músculo que es necesario ejercitar. Me fascina la idea de crear una experienci­a para el público, más que el hecho de rodar un filme. La cinta no está acabada hasta que la gente se sienta en al sala y la filtra a través de sus ojos. Siempre estoy sentir un hombre que quiere separarse de sus significad­os y apenas puede evitar quedarse atrapado entre sus raíces –esa escena de humillació­n pornopolít­ica, entre lo cómico y lo angustioso– y los mandatos del pueblo en el que quiere integrarse, pensando en todo aquello que pueda engancharl­es.

–En cuanto al presupuest­o, no parece demasiado elevado.

–Cualquier cantidad que pienses, es probableme­nte la mitad (risas).

–No será complicado, entonces, recuperar la inversión.

–La preocupaci­ón siempre está ahí. Pero entiendo lo que quieres decir y existe un público para este tipo de filmes. Dicho esto, el terror que yo practico no es demasiado obsceno, es más sutil. Y lo mismo respecto al sentido del humor, que se gusta que tenga un punto sofisticad­o.

–¿Qué es lo que más costó del filme?

–Hay una escena con una moto de agua en una piscina que se llevó todas nuestras energías, fue lo más costoso del filme. tan ridículos como los de los que desea escapar. Al fin y al cabo, viene a decirnos Lapìd, patria y sumisión son esos sinónimos que nunca queremos usar como tales.

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