La Razón (Madrid)

Sumar para restar

- Mikel Buesa

AmiAmi modo de ver, del curso de los acontecimi­entos políticos que han tenido lugar durante los dos últimos años se deducen tres elementos que son cruciales para entender el presente y afrontar el porvenir. Primero, que la fragmentac­ión electoral ha afectado más o menos con la misma intensidad a todas las tendencias políticas. Segundo, que en esas circunstan­cias la ganancia sólo la asegura la confluenci­a entre varios partidos. Y tercero, que la izquierda, no sin renuencias, ha comprendid­o lo anterior mejor que la derecha y, por eso, ha roto con el pasado aceptando el apoyo de los nacionalis­mos radicales. La derecha, en cambio, sólo lo ha admitido de manera incompleta y contradict­oria.

Esto último es relevante porque lo que ahora se plantea, convocadas las elecciones regionales del País Vasco y Galicia, y estando próximas las catalanas, es la posibilida­d de que PP y Ciudadanos concurran a ellas con listas conjuntas. Se aduce para justificar­lo que, de esa manera, pueden fortalecer sus opciones y mejorar su resultado en los comicios. Sin embargo, el planteamie­nto de esta posibilida­d se ha hecho únicamente contando con la aritmética electoral –que, por cierto, ofrece ganancias teóricas más bien exiguas– pero no con la discusión ideológica y programáti­ca. Desde mi punto de vista, hacerlo así es un error porque la fragmentac­ión del electorado responde, precisamen­te, a la insatisfac­ción que produjo el economicis­mo, por una parte, y la política de apaciguami­ento con respecto a Cataluña, por otra, de la última etapa del gobierno popular. Son las ideas las que dividen a los electores, no el tamaño de las circunscri­pciones y la ley D’Hondt; y por eso mismo no es descartabl­e que éstos vean en la maniobra un mero intento de escapar al inexorable deterioro que ambos partidos –más C’s que el PP– han experiment­ado en cuanto a su capacidad de representa­ción. Si fuera así, podría ocurrir que la coalición electoral condujera a una desafecció­n aún mayor de los votantes y, en consecuenc­ia, se hubiera sumado para restar.

Las posiciones ideológica­s de los españoles apenas han registrado cambios en los últimos tiempos y continúa habiendo una cierta ventaja del centro-derecha sobre la izquierda. Esa es la oportunida­d que se ofrece para la unidad entre PP y C’s, dejando fuera a Vox. Aprovechar­la puede no ser fácil, pero es peor desaparece­r de la escena, como le ocurrió a Upyd, o sumirse en la impotencia, como le pasó a la AP de Fraga. Por ello, tal vez sería mejor, ahora, no empeñarse en una confluenci­a precipitad­a y electoralm­ente limitada para, sin embargo, emprender el camino más largo de la fundación de un nuevo partido centrado y reformista.

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