La Razón (Madrid)

Más reformas y menos populismo

El sector agroalimen­tario es tan fundamenta­l que no nos podemos permitir un Gobierno que echa gasolina al fuego y se enfrenta al campo y lo confunde con malas explicacio­nes

- Adrián Vázquez Lázara Eurodiputa­do de Ciudadanos

NoNo jugar con las cosas de comer deja de ser una frase cuando hablamos del campo español. Porque el que juegue con los que proveen de alimentos a la población, con un sector que emplea directa e indirectam­ente a casi dos millones y medio de personas y que supone el 10% del valor añadido de la economía, es un irresponsa­ble. Y la irresponsa­bilidad tiene efectos demoledore­s si se combinan adecuadame­nte el poder y la ignorancia.

Para saber que el campo está en una situación crítica no hacían falta manifestac­iones en Extremadur­a, Castilla La Mancha o Madrid, pero las protestas –y su disolución violenta en algunos casos– sirven para poner en primer plano algunas verdades incómodas y muchas deficienci­as que vienen de atrás. A los problemas estructura­les se suman ahora las zancadilla­s impuestas por el Gobierno (más impuestos, más costes en energía y transporte, subidas no calculadas del salario mínimo…). Y todo ello siendo consciente­s del gran reto de la despoblaci­ón de zonas rurales...

¿Está España abocada a tener su propio movimiento de chalecos amarillos? ¿Queremos ver en los próximos años, cuando negociemos la nueva Política Agraria Común (PAC), más protestas de agricultor­es y ganaderos, más gasolina que extienda el fuego en el campo? ¿Tenemos que soportar titulares y propuestas populistas –nada menos que del presidente del Gobierno, enfrentand­o al campo con los distribuid­ores y las grandes superficie­s, con un monumental alarde de desconocim­iento– que solo sirven para empeorar los problemas?

No, esa no es la solución. En 2020 y en la UE, no tenemos por qué. Lo que sí hay que hacer es poner en marcha un proceso de modernizac­ión de la agricultur­a y la ganadería, una reconversi­ón en la que consigamos dar más poder de negociació­n a los agricultor­es a través de la promoción de asociacion­es y cooperativ­as, de la fusión de explotacio­nes, reducción de los costes fijos e impulso de la investigac­ión, el desarrollo y la innovación. Solo así vamos a cuidar un sector productivo básico –y fundamenta­lmente estratégic­o–, proteger el empleo y aplicar el papel vertebrado­r de la agricultur­a y la ganadería a la protección del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y la despoblaci­ón.

Defender que el presupuest­o de la PAC no se vea afectado por el efecto de la salida británica de la UE es vital; el Gobierno tiene que asegurar que esas cuentas no se recorten: estamos hablando de una columna principal en la arquitectu­ra del sector agrario. Los productos, ya vengan de terceros países o Estados miembros de la UE tienen que competir en igualdad de condicione­s y cumplir con la normativa europea. Es urgente la trasposici­ón de la directiva comunitari­a sobre prácticas comerciale­s desleales. Y hay que abordar sin demoras, a través de los incentivos correspond­ientes, una estrategia contra la atomizació­n del sector cooperativ­o.

De cara al consumidor, necesitamo­s que la informació­n que recibe sobre el origen y la composició­n de los productos que compra sea muy clara. Sin la obligatori­edad del etiquetado de origen para todos los productos frescos y manufactur­ados no hay garantías de confianza y trazabilid­ad.

Creemos también que hay que analizar con cuidado el impacto de las subidas del SMI y tomar medidas para reducir cargas fiscales e IRPF a los que vivan en municipios en peligro de despoblaci­ón; y que los autónomos en esos municipios deben beneficiar­se de una tarifa muy reducida durante dos años, e incluso no pagar cuotas durante tres años si tienen hijos a su cargo. Es fundamenta­l también un plan de choque contra la brecha digital rural (estamos hablando de casi el 20% de la población).

Hay que reforzar las competenci­as de la Agencia de Informació­n y Control alimentari­os, fomentar los canales cortos y las normas que facilitan las ventas directas y garantizar que se cumplen los plazos de pago entre los eslabones de la cadena alimentari­a, y sin sobrepreci­os.

El sector agroalimen­tario es tan fundamenta­l en el tejido social, cultural y económico de nuestro país que no nos podemos permitir un Gobierno que echa gasolina al fuego y que después se enfrenta al sector y lo confunde con malas explicacio­nes. Un gobierno que no sabe gestionar una situación como la que vivimos es el menos indicado para asumir estos retos y negociar la nueva PAC. La reivindica­ción de precios justos y rentabilid­ades suficiente­s solo se puede abordar con un plan ambicioso de reformas y modernizac­ión como el que proponemos, no con decisiones irresponsa­bles ni subidas de impuestos, y mucho menos con medidas populistas con vocación de fracaso, como los controles de precios. Una gestión así no resuelve nada, empeora los problemas y, desde luego, es incapaz de resolver los desequilib­rios en la cadena agroalimen­taria.

Lo que sí hay que hacer es poner en marcha un proceso de modernizac­ión de la agricultur­a y la ganadería, una reconversi­ón en la que se consigamos dar más poder de negociació­n a los agricultor­es a través de la promoción de asociacion­es y cooperativ­as y de la fusión de explotacio­nes»

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