Trump declara la guerra a los fiscales
Injerencia en la Justicia Dimiten cuatro representantes del Ministerio Público a los que criticó por pedir prisión para un asesor. Barr le exige que no tuitee sobre los fallos
Fue lo nunca visto. El fiscal general de Estados Unidos, el eficiente y cada vez más discutido William Barr, veterano de la política con la misión de poner orden en un departamento desanimado, arremetiendo contra el hombre que lo ha nombrado, Donald Trump. Barr acusó en televisión al presidente de torpedear el trabajo de los fiscales. Delante de los focos de la cadena ABC, señaló el continuo runrún de los tuits que salen del Despacho Oval: «No puedo hacer mi trabajo aquí en el departamento con unos comentarios de fondo constantes que me debilitan», dijo. «Tener declaraciones públicas y tuits sobre el equipo, sobre las personas en el departamento, sobre nuestros hombres y mujeres, sobre los casos pendientes y sobre los jueces ante quienes tenemos casos, todo eso imposibilita que haga mi trabajo y que asegure a los tribunales y los fiscales del departamento que lo hacemos con integridad».
Por supuesto, el Departamento de Justicia había revocado la recomendación de los fiscales en el caso de Roger Stone, amigo y socio de Trump. Una noticia que por lo visto llegó antes a la cadena Fox que a los propios fiscales. «Tomé una decisión que pensé que era justa y razonable en este caso en particular», se defendía Barr en ABC, «y una vez salió el tuit la pregunta es: Bueno, ¿ahora qué hago? ¿Sigo adelante con lo que creo que es la decisión correcta o no? ¿Me retiro debido al tuit? Y eso simplemente ilustra cuán disruptivos pueden ser estos tuits».
En la mente de todos flotaba el «via crucis» que atravesó su predecesor en el cargo: Jeff Sessions, trumptiano de la primera hora que acabó laminado por un presidente que lo consideraba poco leal. Una pauta que parece repetirse y que tendría a buena parte de los fiscales temerosos de meterse en según qué casos. La discrepancia con la línea oficial que marca la Casa Blanca parece costar cara.
De cualquier forma Barr queda muy tocado tras la asombrosa retirada de todos los fiscales implicados en el caso de Roger Stone. Habían dimitido el martes por la mañana, en una decisión sin precedentes, después de que el Departamento de Justicia sugiriera una pena para el lobista condenado más liviana que los entre siete y nueve años propuestos por los fiscales, que consideran probado que amenazó a los testigos con lesiones, falsificó documentos documentos y siguió mintiendo, manipulando y amenazando incluso después de haber sido acusado oficialmente.
Horas antes de la tormenta y en un tuit extraordinario, el mismísimo Trump había acusado a su propio Gobierno, al Departamento de Justicia que dirige Barr, de comportarse con excesiva severidad hacia un Stone condenado nada menos que por obstrucción a la Justicia, manipulación de testigos y perjurio.
Lo había disparado en Twitter: «Ésta es una situación horrible y muy injusta. Los crímenes reales estaban del otro lado, y no les pasa nada. ¡No puedo permitir este error judicial!». «Poco más tarde, cuando ya el Departamento de Justicia había intervenido para llevarles la contraria y los fiscales habían dimitido, preguntó: «¿Quiénes son los cuatro fiscales (¿gente de Mueller?). Huyeron
después de haber sido expuestos por recomendar una ridícula sentencia de nueve años de prisión a un hombre que quedó atrapado en una investigación que era ilegal, la estafa de Mueller, y que ni siquiera debería haber empezado».
Sus enhorabuenas al fiscal general, Bill Barr, por «hacerse cargo de un caso que estaba totalmente fuera de control y que tal vez ni siquiera debería haberse presentado» se convirtió en puro veneno para la reputación del fiscal. «La evidencia ahora muestra claramente que la estafa de Mueller fue manejada de forma incorrecta», explotó, «¡Incluso Bob Mueller mintió al Congreso!».
Todo esto provocó que la Prensa acusara al Departamento de Justicia de inclinarse ante la presión de la Casa Blanca. La brecha entre los fiscales y sus superiores de la institución habría alcanzado límites insoportables. A la polémica también se sumó el congresista demócrata Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia del Congreso, convencido de que Trump erosiona el Estado de derecho a la vista de todos. En declaraciones a CNN, Schiff sostuvo que «el hecho de que esto se haga de forma abierta lo hace más insidioso, porque está normalizando los ataques a la independencia de nuestro sistema de justicia».