La Razón (Madrid)

El FBI, en el centro de la teoría de la conspiraci­ón

- Por VÍCTOR FERNÁNDEZ

La década de los sesenta fue la más fructífera en cuanto a la desaparici­ón de líderes, de nombres que marcaban el mejor camino para la sociedad estadounid­ense. El eje de todas estas muertes siempre fue la violencia y las nada claras consecuenc­ias en las que habían sucedido estos crímenes. Todo empezó en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, cuando cayó asesinado el presidente John F. Kennedy. Tras él, Malcolm X, Martin Luther King jr. y Robert Kennedy. La sombra de la conspiraci­ón se encuentra en todos estos casos, siempre con un denominado­r común llamado J. Edgar Hoover, el temido director del FBI. En el caso de Malcolm X se sabe que Hoover ordenó a su agentes que llevaron a cabo un detallado seguimient­o del líder negro mucho antes incluso de que atrajera a las masas, una operación que empezó a finales de los 50. Para el FBI, Malcolm X era una amenaza incluso cuando se separó de la Nación del Islam. El 5 de junio de 1964, Hoover enviaba un telegrama a las oficinas de la agencia en Nueva York pidiendo que «se haga algo», un «algo» con muchas lecturas. ¿Intervino la Policía de Nueva York? Una semana antes del crimen, el domicilio de la familia de Malcolm X fue incendiado, salvando la vida de manera milagrosa. Siete días más tarde, Malcolm ofrecía una charla en el norte de Manhattan sin un oficial a las puertas del local en el que intervenía. Para algunos investigad­ores del caso nos podríamos encontrar ante una operación relacionad­a con COINTELPRO, el programa con el que el FBI quiso controlar y desmontar organizaci­ones políticas en suelo estadounid­ense.

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