La Razón (Madrid)

El Atlético repite errores

Simeone volvió a jugar con cuatro mediocentr­os para sentirse seguro, pero su equipo mostró de nuevo debilidad en la defensa de la pelota parada

- DOMINGO GARCÍA

ElEl Atlético da síntomas de recuperaci­ón. Se ha levantado y anda, pero le cuesta empezar a correr. Recupera cosas, pero le falta la constancia que siempre ha sido su marca. Pocos equipos tan pesados como el rojiblanco en los últimos años, que asfixiaba a los rivales con una presión muy adelantada que les dificultab­a hasta la respiració­n.

Esa presión aparece por momentos, especialme­nte en los primeros minutos del encuentro. Le sucedió contra el Granada y se repitió contra el Valencia. La presencia de Marcos Llorente en el césped ayuda a que ese agobio al que somete el Atlético al contrario dé resultados. A Simeone le gusta más como tapón para que el rival no pueda jugar con comodidad que como comienzo del juego rojiblanco.

Llorente es un portento físico y llega a presionar arriba con ganas y con fuerzas. Es intenso y perseveran­te y nunca pierde de vista la jugada. Eso fue lo que le permitió seguir la jugada para encontrar el pase de Correa en el área pequeña y rematar el 0-1 para el equipo de Simeone.

El argentino es otra de las causas de esa mejoría que aparenta el Atlético. Está disponible para todo lo que le proponga el Cholo y desde el comienzo del año se ha convertido en el delantero más fiable para el Atlético. En el remate o en el pase. Y contra el Valencia le tocaba mirar al compañero.

En parte satisfecho por lo que vio contra el Granada, fundamenta­lmente el resultado, y en parte por necesidad, Simeone repitió con Vitolo como compañero de Correa. Lo que el Atlético pierde en remate con ellos como jugadores más adelantado­s lo gana en movilidad y en capacidad de sorpresa. Son más imprevisib­les para el contrario que la mayoría de sus compañeros.

Pero el Cholo confía más en la constancia de sus centrocamp­istas. Repitió con los cuatro mediocentr­os que utilizó contra el Granada, una estructura que acostumbra­ba a utilizar en los partidos grandes y que ahora se ha convertido en su necesaria red de seguridad incluso para andar por casa.

Sufre de vértigo el Atlético, que además encuentra rendimient­os en el uso de sus centrocamp­istas. La insistenci­a de Thomas, que robó un balón en el centro del campo, fue el origen del segundo tanto. Eso y un contundent­e disparo desde el borde del área, habitual en el jugador ghanés.

Era la respuesta inmediata del Atlético al empate del Valencia, que había llegado en un remate de Gabriel Paulista en el área pequeña. Era el aviso del equipo valenciani­sta de que no estaba dispuesto a renunciar.

Pero necesitaba otra señal. Y ésa llegó en el tanto de Kondogbia. Un remate en un saque de falta de Parejo que castigaba –otra vez– al Atlético donde más fuerte solía ser, en la pelota parada. Pero eso parece cosa del pasado.

El empate del Valencia le sirvió para irse arriba, para acorralar al Atlético en su área. Lo mismo que le había sucedido ante el Granada. El Atlético parece condenado a repetir sus partidos como si viviera el día de la marmota. Al menos, el Cholo se animó a juntar jugadores de ataque en la segunda mitad. Y la presencia de Morata y Carrasco le permite estirarse. Aunque sólo sirva mantener la fe en que la recuperaci­ón es posible.

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REUTERS Kondogbia y Llorente, dos de los goleadores de ayer, pelean por un balón
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