José Luis, no pienses en el elefante
Había vuelto Pedro Sánchez a la equidistancia, a ese postureo que obliga a un progresista de pro a soltarle una bofetada al Partido Popular, «no ven más allá de la M-50» –como si todos los españoles pudieran captar el símil–, cada vez que se le hace una crítica a la intransigencia de los separatistas catalanes y a su «dialéctica estéril». Pero el elefante andaba por ahí, tan pancho, aunque todos los asistentes al Comité Federal socialista hicieran grande esfuerzos para no verlo. No pudo ser. Al final, Sánchez se rindió a la evidencia del paquidermo y con una media sonrisa se dirigió al ministro de Transportes, José Luis Ábalos, para tranquilizarle frente a las, según él, polémicas fugaces de la oposición, «que solo sirven para crear un ambiente irrespirable y distraer la atención de lo importante». Porque, por supuesto, a los populares los derechos de los ciudadanos de Venezuela les importan muy poco, no como al compañero Ábalos, en sus misiones secretas, tan del gusto de Nicolás Maduro, un tipo al que, por cierto, el propio Pedro Sánchez había tildado de tirano abyecto cuando pensaba que podría llegar a La Moncloa sin necesitar a los bolivarianos de Pablo Iglesias. Por lo demás, el Comité demostró lo ya sabido. Que polémicas fugaces aparte –Cataluña, Venezuela, el paro creciente, la caída del PIB, los aranceles de Trump, la desigualdad fiscal autonómica, los problemas del campo–, el secretario general del PSOE ha hecho tabla rasa de cualquier movimiento disidente en el partido. Sólo pequeños gestos: el aragonés, Javier Lambán, que se fue a la francesa; el extremeño, Fernández Vara, que se ausentó, y el castellano manchego, García Page, que habló de la igualdad. Susana Díaz, ya es una fan.