La Razón (Madrid)

A las órdenes de Campazzo

El Madrid arrolla al Valencia El base argentino devora el partido con una exhibición en los dos lados de la cancha. Dominó todos los apartados del juego a su antojo. Soberbia defensa de los blancos

- MARIANO RUIZ DÍEZ - MÁLAGA

ElEl Real Madrid-Valencia fue lo que se le antojó a Campazzo. En realidad la temporada del Madrid está siendo lo que se le antoja al base argentino. El MVP de la pasada final de la Liga Endesa lideró a los blancos a una nueva final de la Copa del Rey con una exhibición de juego y control de la situación. Será la octava final para el Madrid en las nueve temporadas de la «era Laso», la séptima consecutiv­a, sólo falló en la edición de 2013. Las cuatro primeras se saldaron con el título; las dos últimas, con derrota ante el Barça. El Valencia apenas planteó resistenci­a ante la avalancha de juego capitanead­a por el base argentino.

Campazzo y Tavares marcaron lo que sucedió en la primera semifinal. Lo hicieron cuando estuvieron en cancha y también cuando permanecie­ron sentados. El base es el Comandante en jefe del actual Madrid. No hay un jugador a día de hoy en Europa como él. Tiene tal influencia sobre todo lo que pasa en cancha que incluso por momentos da la sensación de ir sobrado. No habían pasado ni tres minutos y ya había metido el turbo para que el Madrid se escapase (9-0). Obligó a Ponsarnau a sentar a Vives y apostar por Colom para intentar detener su peso en el partido. Lo que no logró el Valencia, lo logró su obligado paso por el banquillo. Cuando Laso consideró que tenía que darle una tregua, el Madrid ya mandaba con autoridad (26-13). Su parón casi coincidió con el de Tavares. Con el gigante caboverdia­no en pista, el Valencia salía a punto por minuto (28-13). Cuando los dos se sentaron la película cambió parcialmen­te.

Apareció Felipe Reyes porque Laso dejó fuera de la convocator­ia a Mickey, el habitual sustituto de Tavares. Y no es que el capitán estuviera flojo. ¡Qué va! En realidad fue el mejor de la segunda unidad. Pero los tres primeros ataques con el corpachón del 2,21 sentado se resolviero­n con lanzamient­os del Valencia debajo del aro. No fue lo más inquietant­e. El ataque blanco se convirtió en un «prohibido hacer otra cosa que no sea lanzar de tres». El Madrid cerró el primer cuarto con un más que apañado 4/10. El segundo fue un desastre desde el perímetro. Fue la repetición de lo del Barça y sus 43 triples en cuartos de final. Triple va, triple viene. Un error tras otro sin tregua. Como si fueran gratis. El balance del cuarto fue un sonrojante 1/11. Entre Llull y Rudy se las apañaron para fallar ocho. Taylor fue la excepción. El Valencia no aprovechó el filón. Cuando regresó Tavares la diferencia diferencia era casi la misma que cuando se fue. Y los de Ponsarnau se marcharon al vestuario anotando un punto por minuto (34-20).

Para acabar con las dudas si es que quedaba alguna, Campazzo se encargó de disiparlas en apenas cuatro minutos. La racha de errores en los triples acabó con uno de Randolph. Otro que no tiene igual en Europa cuando está centrado. Fue el disparo de salida para el particular All Star en que se convirtió el partido de Campazzo. Se hartó a jugar y hacer jugar. Y no en un lado de la cancha, en los dos, en cada centímetro de la pista. Carroll, Randolph y Tavares no pararon de recibir favores de su compañero. En poco más de 20 minutos en pista, Campazzo acumulaba 15 puntos, 5 rebotes, 9 asistencia­s y 7 robos. Como si estuviera jugando contra júniors. El recital se tradujo en una ventaja superior a la veintena de puntos (67-41). Y en una ovación unánime cuando volvió a sentarse para no volver. ¿Hasta dónde hubiera llegado? ¿Un triple doble, un cuádruple doble? Lo suyo en la semifinal fue un escándalo. Lo dominó todo. Pablo Laso incluso pudo regular minutos de sus piezas decisivas pensando en la final, en una nueva final de Copa.

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