La Razón (Madrid)

Unicaja, marca España

Los anfitrione­s llegan a la final con un equipo marcado por los jugadores españoles Díaz, Jaime Fernández, Brizuela, Suárez, Guerrero... producto nacional

- M. RUIZ DÍEZ - MÁLAGA

UnicajaUni­caja vuelve a la final de la Copa del Rey once años después de caer en Madrid ante el Baskonia. Los anfitrione­s se impusieron con autoridad al MoraBanc Andorra y buscarán el segundo título de su historia ante el Real Madrid. El primero llegó precisamen­te ante los blancos en 2005. El equipo malagueño busca acabar con la maldición que persigue al anfitrión desde que en 2002 el Baskonia levantase el título en Vitoria. Llegaron como organizado­res y se han quedado en la fiesta hasta el encendido de las luces.

La tercera final de Copa del Unicaja tiene como responsabl­es directos a sus jugadores nacionales. Los protagonis­tas de la remontada ante el Casademont Zaragoza en el tercer cuarto retomaron el juego donde lo habían dejado en la jornada anterior. En apenas 24 horas, el cansancio no importó nada. Ya lo había avisado Luis Casimiro: «El agotamient­o a estas alturas es lo de menos. De lo que hay que estar fresco es de cabeza». Y sus chicos no pudieron estar más enteros.

Han apostado en Málaga por una fórmula similar a la del Madrid de Laso: un núcleo de jugadores nacionales que permanezca lo más posible en el equipo (Díaz, Fernández, Carlos Suárez y el último en llegar, Darío Brizuela, formarían ese grupo) y la inclusión de canteranos (Rubén Guerrero) capaces de dar el salto al primer equipo para que los aficionado­s malagueños se sientan identifica­dos con el club. Los cuatro primeros son clásicos de la ACB: tres exteriores y un alero reconverti­do a ala-pívot. El pívot (2,13 y 24 años) es el jugador con más amplio margen de mejora de todos. Fue convocado por primera vez para la selección en verano de 2017. Jugó dos partidos internacio­nales y después de estar cuatro años en la Liga Universita­ria estadounid­ense (NCAA) regresó a Málaga. Finaliza su contrato en junio de 2021 y por sus condicione­s se puede convertir en una pieza muy apetecible para los grandes.

Alberto Díaz es tan malagueño como los espetos. Cuando el base saltó a la cancha con el partido ya rodado, su equipo mandaba sin excesiva autoridad. Eran momentos de tanteo. Con él, al MoraBanc Andorra le empezaron a surgir problemas por todos los lados. Díaz fue el impulsor del despegue y a él se sumó entusiasma­do Jaime Fernández. Un parcial de 7-0 en el arranque del segundo cuarto liderado por el escolta fue letal para los de Ibón Navarro. Fernández tiene como ídolo a Juan Carlos Navarro y sus minutos antes del descanso recordaron al escolta azulgrana. Fue una tortura para la defensa del MoraBanc. Sus once puntos en el segundo cuarto fueron la punta de lanza de un equipo desatado que encendió a la grada.

Fue como si Unicaja quisiera responder a la abrumadora superiorid­ad mostrada por el Madrid en la primera semifinal y decir aquí estoy yo. Las diferencia­s se dispararon hasta los 23 puntos antes del descanso e incluso superaron la treintena con la fiesta montada por todo lo alta en la grada. A los andorranos les quedaba una llamada a la heroica en forma de lluvia de triples de Hannaj. El momento más inspirado los acercó a doce puntos (52-40), pero se quedaron ahí. Adams, Ejim, Gerun, Waczynski... todos se sumaron a la fiesta para volver once años después a la final.

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EFE Waczynski y Adams celebran el pase a la final de Unicaja de Málaga

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