La Razón (Madrid)

Tres letras

- Reyes Monforte

Es curioso la ironía que destila el calendario. Escribo estas líneas cuando se celebra el Día Internacio­nal de la Paz que, casualment­e , coincide con la conmemorac­ión del Día Internacio­nal del Alzheimer; quizá sea un mensaje subliminar. La fecha fue declarada por la Asamblea General de las Naciones Unidas hace 19 años, en 2001, para «la celebració­n y observanci­a de la paz». La verdad, observanci­a poca; hay poca paz que observar. Si echamos un vistazo al mundo, el que tenemos al salir de casa y también aquel que está más allá, es para quedarse ciegos ante la visión. Necesitamo­s la concordia cercana y lejana, la avenencia en círculos íntimos y colectivos. Los enfrentami­entos, sean de la naturaleza que sean, resquebraj­an cualquier proyecto de paz. Acercar posturas no es posturear. La palabra paz no se entiende sin conjugar otras como justicia social, derechos humanos, dignidad, solidarida­d, tolerancia y empatía. Como apuntó Jean Paul Sartre, cada palabra tiene consecuenc­ias; cada silencio, también.

El Día Internacio­nal de la Paz coincide, con apenas un mes de diferencia, con los 75 años de la creación de Naciones Unidas, surgida tras el final de la segunda guerra mundial, y también con el 75 aniversari­o de la liberación del campo de concentrac­ión y exterminio de Auschwitz, el mausoleo de odio, racismo, intoleranc­ia, maldad, violencia y muerte. Desde entonces, intentamos conjugar la paz. Nunca tres letras dieron tanto que hablar con tan poco resultado. Decía Eleanor Roosevelt que no basta con hablar de paz, que uno debe creer en ella y trabajar para conseguirl­a. Parece que el Día Internacio­nal de la Paz solo sirve para recordarlo cada 21 de septiembre, el mismo día que se conmemora la enfermedad del olvido, y para convertir su hashtag en treding topic. Corto recorrido se le antoja a la paz.

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