La Razón (Madrid)

CUANDO LAS PLAYAS SON PARA EL OTOÑO

- Juan Luis Carrasco

SeSe acaba el verano y el sucedáneo de descanso vacacional a cuenta del coronaviru­s. Otro de esos regalos envenenado­s del bicho que nos ha amargado hasta esa estación que tanto añoramos y de la que nos obsesionam­os con disfrutar como sea. El estío pasó y al menos este no lo echaremos de menos. No nos invadirá la nostalgia porque la inmensa mayoría de los españoles habrá metido sus recuerdos de estos meses extintos en el cajón del olvido. Para casi todos, lo mejor del tiempo de canícula idealizado en sus preámbulos, al que llegamos más fuertes y con la infección vencida, conforme a los lemas oficiales, es que está muerto y enterrado. No hubo lágrimas en sus exequias, sino la súplica de que nunca vuelva y su recuerdo se deshilache hasta desvanecer­se. Ahora que arriba el otoño ignoramos si las aguas regresarán a su cauce, si volveremos a tomar las calles y si el pulso de las ciudades se rebelará contra esa letanía de miedo, angustia y desesperac­ión que lo ensombrece todo. Mientras los ocres piden paso en las ramas que aún verdean, y quien más quien menos retiene el aliento para que el virus pase de largo, algunos de los nuestros, de los mejores, los más expuestos y vulnerable­s, no se amilanan y salen de su parapeto para tomar aliento más allá de las máscaras. Se abrazan a la vida y se refugian en el entusiasmo. Los ven en la imagen. Son los miembros de la Asociación Cultural de Mayores de Fuenlabrad­a (ACUMAFU). Suplentes de lujo del suspendido programa de viajes del IMSERSO, han organizado una estancia en Alicante. El paseo por la playa es el acto de fe en que un futuro mejor nos aguarda.

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