La Razón (Madrid)

Lo que nunca preguntó sobre el curso de «Masculinid­ad y violencia»

Escándalo académico: la iniciativa se realiza sin el mínimo rigor científico

- POR REBECA ARGUDO MADRID

¿Cómo una universida­d como la de Granada, entre las tres mejores de España, llega a impartir un MOOC como «Masculinid­ad y Violencia»? ¿Qué proceso se ha seguido para que este curso -masivo, en línea y pseudocien­tíficolleg­ue a ofertarse en esta institució­n? ¿Existe un comité evaluador que certifica un mínimo de rigor? ¿Ha pasado algún tipo de filtro de calidad, algún control académico, superado una convocator­ia abierta? ¿Quién ha diseñado el contenido? ¿Cómo se financia? ¿Quienes somos, de dónde venimos?

Como soy optimista y cortés, decido ponerme en contacto con Miguel Lorente, coordinado­r del curso y el hombre que me dedicó un «bonitosojo­stienes» –inclusivo, feminista y transversa­l– en un artículo. Lorente, médico forense, formó parte del equipo de defensa de Juana Rivas, que perdió la patria potestad de sus hijos y fue condenada a cinco años de cárcel, fue delegado de Gobierno para la violencia de género entre 2008 y 2011. ¿Quién mejor para resolver mis dudas,? No contesta ni al teléfono ni al mail. Estas fechas son muy malas. Tampoco lo hace la Vicerrecto­ra de Igualdad, Inclusión y Sostenibil­idad de la UGR, Margarita Sánchez Romero, de la que es asesor. Tras numerosas e infructuos­as llamadas logro hablar con alguien de comunicaci­ón que intentará conseguirm­e la informació­n. Tal día hará un año.

Como si fuese un «elige tu propia aventura» de nuestra infancia, se abren ante mí dos opciones: si quieres dejar el artículo aquí, ve a la página ocho. Si quieres intentar conseguir informació­n por otras fuentes, ve a la página doce. Voy a la página doce porque el mundo me ha hecho así.

Mi particular Dr. Livingston­e se materializ­a en forma de documento del Vicerrecto­rado de Docencia de la UGR: el expediente por el cual se conceden dos créditos al MOOC «Masculinid­ad y Violencia». Lo propone la Unidad de Igualdad entre Mujeres y Hombres de la UGR, organizado por la Unidad de Igualdad y Conciliaci­ón y, como directora, aparece Margarita Sánchez Romero, la Vicerrecto­ra de Igualdad. Se asegura en la brevísima memoria explicativ­a que es la propia Universida­d de Granada la que promueve esta «actividad transversa­l» y que los contenidos han sido diseñados por un «equipo multidisci­plinar» integrado por profesores y miembros del personal de investigac­ión –sin nombres ni cargos– de la UGR y expertos de otras universida­des. No sabemos ni qué universida­des ni en qué son expertos. expertos. Se especifica­n como objetivos generales «dar una visión global sobre las diferentes formas de violencia y las personas responsabl­es de llevarlas a cabo» y «analizar las circunstan­cias en las que se producen los distintos tipos de violencia». Podría apuntarme a este curso, que dista mucho de aquel otro, enfocado exclusivam­ente en señalar a los hombres como los violentos. Como programa solo se señala el título de los cuatros módulos y los objetivos de desarrollo sostenible son, entre otros, «garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad», y «lograr la igualdad de género y empoderar a las mujeres y niñas». Muy loable.

Hablo con algunos profesores de la UGR, me piden que preserve su identidad, para intentar averiguar qué filtros pasa una propuesta así hasta ser aprobada. ¿Hay un comité evaluador? ¿Quién supervisa los contenidos? ¿Qué mínimos de calidad debe cumplir? Me aseguran que, puesto que quien figura como directora del MOOC es la propia Vicerrecto­ra de Igualdad, es probable que no haya tenido que pasar mayor supervisió­n. Ninguno de ellos entienden qué criterios han podido validar un curso así, cómo la Universida­d de Granada puede dar su aval a algo tan alejado de los valores que se le presuponen a esta institució­n. Explican, sin embargo, que determinad­os contenidos o disciplina­s, en nombre de «fomentar el compromiso ético del alumnado» gozan de cierta «dispensa» o relajación de las exigencias de rigor que sí deben cumplir otras materias. Pero ¿quién determina qué fomenta y qué no el compromiso

ético? ¿Lo hace un curso que sostiene que la violencia es un problema de los hombres? ¿Reducen estos contenidos la desigualda­d, como señalan sus objetivos? Creo que no. Los profesores con los que hablo, hombres brillantes y nada violentos, tampoco lo creen.

Trato de contactar de nuevo con la Vicerrecto­ra de Igualdad para saber cómo justifica ella la impartició­n de este curso en el ámbito académico. No lo logro. Pero da la casualidad, benditas casualidad­es, que el día 26 de octubre el Defensor del Pueblo Andaluz recibió una queja por este curso. Al día siguiente se recibió otra en el Rectorado de la UGR. Es la propia Sánchez Romero, en calidad de Vicerrecto­ra, la que contesta a esta queja contra el curso que ella misma dirige y quien decide que «no se trata de una discrimina­ción, sino de una descripció­n de la realidad». ¿No debería haber dirimido esta cuestión alguien ajeno al propio curso? ¿Es la persona que lo dirige la más adecuada para determinar si la queja procede o debería haberse elevado al rectorado para un análisis del contenido? contenido? Tengo más dudas que certezas. Dice Sánchez Romero en esa carta, remitida el 18 de noviembre, que «la utilizació­n de la expresión “la violencia es cosa de hombres” es una manera coloquial de generar debate». No es lo que parece a la vista del material del curso en el que se sostiene, entre otras cosas y cito literal, que «violencia es igual a hombres» o «la violencia es un problema de los hombres».

Sin análisis riguroso

Dice también, y esta parte es descacharr­ante, que en el curso «no se dice que las mujeres no ejercen violencia puesto que en (...) las estadístic­as se muestra el porcentaje en el que las mujeres participan en conductas violentas», poniendo como ejemplo que cuando se dice que el 95% de homicidios los cometen hombres se indica también que el 5% lo comenten mujeres. Si no lo indicaran podríamos deducirlo sin mayor problema. No los van a cometer suricatas. Sostiene la Vicerrecto­ra que el planteamie­nto del curso es un «análisis riguroso y científico», sin más prueba de eso ante el ciudadano que presenta la queja que su palabra, y defiende que «(hay) una realidad objetiva en la que el 95% de los homicidios son cometidos por hombres».

En España, por ejemplo, en 2019 fueron condenados por homicidio 949 hombres, que supone el 86,35% del total de homicidas. Pero esos 949 hombres son el 0,002% de la población. Afirma la Vicerrecto­ra que el hecho de que el 0,002% de la población haya cometido un homicidio y siendo hombres convierte en «descripció­n de la realidad» la afirmación de que la violencia es cosa de hombres y, por lo tanto, justifica la existencia de un curso que sostiene esta tesis. Dejaría abierta la puerta a ofrecer un MOOC en la UGR, bajo los mismos criterios y rigurosida­d científica, titulado «las madres son filicidas», pues el 70% de estos crímenes los cometen ellas (el porcentaje llega al 95% en el caso de neonatos) aunque la gran mayoría no lo haga. O «mal gusto y delincuenc­ia tropical», pues en el Caribe, con 40 grados a la sombra, la mayoría de malotes llevan chanclas.

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Imagen con la que se anunciaba el curso «Masculinid­ad y violencia»
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