La Razón (Madrid)

Stiglitz a Yellen

- Carlos Rodríguez Braun

JosephJose­ph Stiglitz, premio Nobel de Economía, ídolo de los autodenomi­nados progresist­as, y reconocido antilibera­l, celebró en «El País» la designació­n de Janet Yellen como próxima secretaria del Tesoro, y le enumeró las tareas pendientes: más gasto público, más deuda pública y más intervenci­onismo a escala nacional e internacio­nal. Estas recomendac­iones brotan de un diagnóstic­o dudoso, y pueden empeorar las cosas. Para el Nobel, en efecto, nuestros males provienen del «neoliberal­ismo», que consiste en: «desregulac­ión irrestrict­a…austeridad…y un Estado al que se privó de capacidad para responder en forma eficaz a una crisis». Esa desregulac­ión nunca existió, no hubo una apreciable austeridad en el ámbito público, y los Estados no se redujeron en ningún lugar del mundo, sino más bien al contrario. Siendo, por tanto, lo del «fundamenta­lismo del mercado» un fundamenta­l camelo, conviene desconfiar del recetario progresist­a de los Stiglitz de turno, que nos aseguran que con más Estado y menos mercado tendremos por fin un paraíso democrátic­o y una «prosperida­d compartida». No considera el distinguid­o economista que el gasto público tenga coste alguno: de hecho, en su extenso artículo no menciona ni una sola vez la palabra «impuestos». El incremento del gasto solo tendrá efectos saludables: impulsará el empleo y fortalecer­á la economía.

Es cierto que los supuestame­nte benéficos déficits públicos, para rescatar «a los sectores y hogares más vulnerable­s», llevarán a grandes incremento­s en la deuda pública, pero no pasa nada, asegura Stiglitz, porque siempre será mejor aumentar la deuda que no hacerlo, y además además por una doble bendición: primero, porque los tipos de interés «están y probableme­nte seguirán por muchos años cerca de cero»; pero además, alabado sea Dios, las deudas no se pagarán: «pronto muchos países no podrán cumplir los pagos de deudas y sería muy convenient­e una reestructu­ración rápida y profunda». La expansión monetaria, que no tendrá tampoco coste alguno ni contradicc­ión concebible, deberá hacerse a escala planetaria, incluidos los Derechos Especiales de Giro del FMI, lo que «sería muy útil para ayudar a numerosas economías en problemas». Y colorín colorado, ya conseguire­mos un mundo justo, verde, igualitari­o y nada «neoliberal».

Estos son días de esperanza, cabe esperar que Yellen y Biden no le hagan caso a Stiglitz.

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