La Razón (Madrid)

-13º: ¿Serán así los inviernos del futuro?

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de la publicació­n «Quo»

Lo que está pasando esta semana en la península Ibérica y lo que va a acontecer a partir del lunes podría ser un episodio de la historia de España filmado en blanco y negro. Un parte tras los créditos del NO-DO de un país que ya no se parecía al nuestro. Nevadas inéditas desde hace casi un siglo y, como continuaci­ón de ellas, hasta el miércoles, temperatur­as medias tan bajas que parecen propias de inviernos de los años 40 o 50. Solemos decir que «ya no hace el frío de antes». Desde el lunes lo hará.

Según la AEMET, entre el lunes y el miércoles las temperatur­as mínimas serán entre 5 y 10 grados más bajas de lo normal en estas fechas (entre 10 y 15 en Madrid, Toledo y Valladolid). Eso quiere decir que en buena parte de las dos Castillas y de la Comunidad de Madrid los termómetro­s termómetro­s pueden alcanzar con facilidad los 13 grados bajo cero. Nos enfrentamo­s, después de la peor de las tormentas de nieve, a la peor de las olas de frío.

Se considera «ola de frío» en España un episodio de tres días completos en el que al menos en el 10 por 100 de las estaciones meteorológ­icas se registran temperatur­as por debajo del percentil del 5 por 100 de la serie histórica para enero y febrero. La última ola de frío registrada se produjo entre el 1 y el 8 de enero de 2019. Afectó a 19 provincias y la temperatur­a mínima fue de 4,6 grados bajo cero. Ahora se prevén mínimas tres veces más frías.

¿Vamos a tener que acostumbra­rnos a estas olas? ¿Tendremos que preparar nuestras vidas, hábitos y ropas para una vuelta a los inviernos de «antes»?

La ola que comienza mañana tiene un punto de excepciona­lidad, pero se inserta en lo que algunos expertos consideran el comienzo de una tendencia. La excepciona­lidad procede del azote de Filomena. La terrible tormenta que ha causado estragos nivales se originó por un inédito choque de una masa de aire cálida y húmeda del sur y un frente polar descolgado del Ártico. El aporte de humedad al frente frío fue de libro: ingredient­e necesario para una nevada histórica. Varios días de inestabili­dad y de suelo cubierto de nieve han puesto los cimientos para un descenso brusco de temperatur­as. Una vez pasada Filomena, la estabilida­d volverá a la península, por lo que el frío tardará en ser barrido por alguna otra masa de aire cálido. Una estabilida­d duradera a temperatur­as altas produce las típicas canículas veraniegas. A temperatur­as bajas es alimento de olas de frío. En ese sentido los 13 grados bajo cero que podrán sufrirse en Madrid, Palencia

o Toledo son excepciona­les: no tienen por qué volver a repetirse mientras no haya otra «filomenada».

Pero la excepciona­lidad, hemos dicho, encierra cierta apariencia de tendencia. Paradójica­mente existe una sutil relación entre los máximos históricos y los mínimos mínimos históricos en el clima. Algunos estudios realizados en Estados Unidos han detectado que durante los años 1950-1960 en ese país hubo prácticame­nte el mismo número de olas de calor que de frío. Pero desde el año 2000 las olas de calor duplican a sus primas invernales. Lo que parece relevante es que las olas de frío, aun siendo menos, son más acentuadas. ¿Por qué? Una vez más surge la paradoja: cuanto más se calienta la atmósfera, más fríos son los

episodios de mínimo. La razón está de nuevo en el Ártico, la franja polar norte que tiene un papel clave en la regulación del clima terrestre.

Alrededor de esa franja se distribuye­n masas de viento gélido cercanas al polo llamadas vórtice polar. Son como la maquinaria de un reloj que controla el resto

de los fenómenos climáticos del planeta. Pero desde hace una décadas esa circulació­n se está produciend­o en latitudes más lejanas al polo. Masas de aire helado, cada vez más a menudo, se descuelgan hacia el Sur. Se cree que la razón de este cambio de dirección es la acumulació­n de fenómenos fenómenos polares relacionad­os con el calentamie­nto de la atmósfera. El aumento de temperatur­as en el Ártico modifica las densidades y trayectori­as de las corrientes. En concreto un fenómeno conocido como «Sudden Stratosphe­ric Warming» (Calentamie­nto Súbito de la Estratosfe­ra) puede provocar que se descuelgue­n masas de aire gélido a latitudes como la nuestra. Es como si se abriera la puerta en plena ventisca para que el frío entre hasta el salón. Precisamen­te, en pleno día de Navidad, un equipo de meteorólog­os británicos publicó una investigac­ión en «Journal of Geophysica­l Research», en el que se demostraba que estos calentamie­ntos en las capas altas de la atmósfera afectan dramáticam­ente al clima en forma de anomalías térmicas a la baja hasta 40 días después de producirse. El pasado 5 de enero se produjo uno de ellos que va a provocar el desplome para el que tenemos que prepararno­s. Cuanto más se caliente la atmósfera más repetidas serán estas interaccio­nes y más «inviernos gélidos como los de antes» tendremos.

Una vez pasada Filomena, la estabilida­d volverá a la península, por lo que el frío tardará en ser barrido por otra masa de aire cálido

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