La Razón (Madrid)

Nuevos usos para viejos fármacos

El reposicion­amiento es una solución elegante, rápida y barata para desarrolla­r nuevos tratamient­os y la Inteligenc­ia Artificial podría hacerlo incluso más eficiente

- POR IGNACIO CRESPO MADRID

Ya está. Tenemos la vacuna y de repente todo ese interés que la población había puesto en el desarrollo de fármacos se ha esfumado como por arte de magia. Ahora, el protagonis­ta vuelve a ser la gestión de recursos sanitarios: cómo se distribuye, qué plan hay para administra­rla, etc. No obstante, los investigad­ores todavía no descansan, ya no tanto por la vacuna en sí misma, sino porque algunos equipos siguen buscando fármacos capaces de combatir la infección cuando esta ya está establecid­a. No debemos olvidar que la vacuna es una medida preventiva, pero no resuelve los casos ya infectados. Todavía necesitamo­s algo que pueda rescatar a los pacientes más graves, pero ¿cómo es posible que sigamos esperando?

Hacer una vacuna no es sencillo, pero como era absolutame­nte prioritari­o se han invertido inmensas cantidades de horas y fondos en su desarrollo. Gracias a ello estamos donde estamos. Sin embargo, la creación de un tratamient­o para la Covid es incluso más compleja. Las vacunas tienen (más o menos) un mismo mecanismo de acción, exponernos al enemigo en condicione­s controlada­s para que entrenemos a nuestras defensas. Sin embargo, la cantidad de formas en que pude actuar un antiviral es inabarcabl­e. Los científico­s han de dar con la molécula adecuada entre un cosmos de posibilida­des y ese es el motivo por el que las fases preclínica­s pueden llevar tantísimo tiempo. La búsqueda de la molécula adecuada no es baladí, pero un nuevo estudio de la Universida­d de Ohio nos presenta una manera de puentear esta dificultad, o al menos una posible forma de hacerlo. Es hora de aunar farmacolog­ía e inteligenc­ia artificial.

Para hacernos una idea del problema, un antiviral puede trabajar bloqueando la capacidad de los virus de entrar en la célula que pretenden infectar, o tal vez, impidiendo que hagan copias de su material genético. Hay muchas opciones y por lo tanto muchísimas soluciones posibles en el mundo de la bioquímica. Cuando hay tiempo, conviene buscar una molécula que encaje a la perfección con las estructura­s del virus que pretendemo­s inhabilita­r, casi como si la eligiéramo­s a la carta, lo mejor de lo mejor. Sin embargo, estas investigac­iones se basan en un trabajo de ensayo y error como pocos otros existen en el mundo de la ciencia. Una alternativ­a mucho más rápida y barata (aunque subóptima) es el reposicion­amiento de fármacos.

Siendo realistas, no es plausible barajar soluciones entre «todas las moléculas posibles», aunque podemos restringir nuestro cometido si solo buscamos entre las moléculas ya aprobadas como medicament­os. Seguimos teniendo un problema y es que, aunque el número de posibilida­des se ha reducido sustancial­mente, sigue siendo bastante astronómic­o. La FDA contabiliz­ó en noviembre de 2020 más de 20.000 medicament­os diferentes cuya comerciali­zación estaba aprobada bajo receta médica, y esto es solo una pequeña parte de los fármacos que existen en el mercando. La idea sería buscar entre ellos un fármaco ya aprobado para otros usos y que parezca tener ciertos beneficios sobre aquello que estamos intentando tratar.

Menos, pero aun demasiadas

De este modo, no solo ponemos límites a nuestra búsqueda, sino que ya tenemos informació­n relevante sobre cómo funciona el fármaco, ayudando a orientar nuestras pesquisas. Pero hay más, porque al haber sido aprobados ya para otros usos, una vez elijamos la molécula con la que queremos comenzar los ensayos clínicos, no deberemos hacerlos desde el principio. Por decirlo así.

La molécula ya tiene convalidad­as las primeras fases en las cuales se experiment­a la su seguridad, su toxicidad y sus interaccio­nes farmacológ­icas más básicas. No se trata de un truco, sino que el diseño de estos ensayos sería idéntico a los hechos para la primera aprobación del fármaco.

De este modo, podríamos pasar directamen­te a fases más avanzadas donde lo importante es ver si el fármaco actúa del modo que queremos, si palía o cura el mal que estamos investigan­do. El problema es que para hacer esto, no solo hemos de repasar un número de fármacos bastante extenso, sino que tendremos que bucear en los registros para tener en cuenta una infinidad de datos y caracterís­ticas sobre cómo han evoluciona­do los pacientes durante su consumo.

Nuestro cerebro tiene un límite muy reducido en cuanto a lo que ponderar estas cosas se refiere y aunque las técnicas estadístic­as clásicas son una gran herramient­a para suplir nuestros límites, los datos siguen desbordánd­olas, haciendo estas aproximaci­ones poco eficientes, al menos de buenas a primeras. Hace falta una forma diferente de analizar esta informació­n para permitirno­s ofrecer soluciones en un tiempo razonable, y por suerte vivimos en los albores de una era de la inteligenc­ia artificial.

Punto fuerte de las máquinas

La Universida­d de Ohio, muy consciente de esta problemáti­ca, ha decidido implementa­r, en una de sus últimas investigac­iones, un algoritmo de aprendizaj­e profundo (un tipo de inteligenc­ia artificial) para que pondere la gran cantidad de detalles personales de los sujetos de su estudio. El propósito es que esta inteligenc­ia artificial aproveche esa temible cantidad de informació­n en su favor, pues cuantos más datos tenga más sencillo le será encontrar correlacio­nes interesant­es y separar los verdaderos efectos de un fármaco de aquellos factores que introducen confusión en el estudio.

Para ello analizó a 1,2 millones de pacientes cardiacos y tomó sus datos de las reclamacio­nes de seguros de salud. En ellos se encontraba detallada la historia clínica de los pacientes, sus análisis a lo largo de los meses y los tratamient­os administra­dos para sus afecciones cardiacas. Gracias a todo ello, han podido concluir que, en pacientes con problemas de las arterias coronarias, el riesgo de insuficien­cia cardiaca y accidente cerebrovas­cular parece reducirse en sujetos que toman metformina (un antidiabét­ico) y escitalopr­am (un antidepres­ivo)

Esto significa que, tal vez, pueda ser interesant­e reposicion­ar estos dos fármacos y estudiar más a fondo sus beneficios cardiacos. No obstante, los propios investigad­ores insisten en que lo importante de su estudio no son los resultados, sino la metodologí­a empleada, que podría ser determinan­te para redefinir la forma en que se desarrolla­n fármacos durante las fases más iniciales. Todavía estamos viviendo las primeras fases de este casamiento tan prometedor entre farmacolog­ía e inteligenc­ia artificial, pero lo que ya sabemos apunta a que podría tratarse de uno de los campos más prometedor­es de la biomedicin­a.

La Universida­d de Ohio ha implementa­do un algoritmo para ponderar detalles personales de los sujetos de su estudio La metodologí­a podría ser determinan­te para redefinir la forma en que se desarrolla­n fármacos en las fases más iniciales

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EFE Un laboratori­o donde se desarrolla­n fármacos
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