La Razón (Madrid)

CONDENADO POR DESCONFIAD­O

- Fernando Sánchez-Dragó

MeMe aconsejan los amigos que no escriba sobre la vacuna, pues si lo haces, me dicen, puedes meterte en un lío. Ese asunto, aducen, se ha convertido casi en un secreto de estado y quienes lo controlan disponen de herramient­as para amordazart­e caso de que tu opinión disienta de la versión oficial. Así andamos. No es sólo que ya no exista, stricto sensu, libertad de expresión, sino que ni siquiera la hay de conciencia. ¿Tienen mecanismos para hurgar en ésta? Si en algo ha avanzado el mundo gracias a la tecnología es en el espionaje. Pronto tendremos que ir al confesonar­io del ministerio de la Verdad y susurrar en su rejilla lo mismo que en los años de mi niñez decíamos al confesor: «Padre, me acuso de haber tenido malos pensamient­os».

Yo no he recibido aún la citación que me obligue a ello, pero es normal que se retrase como si fuera una Lo pongo en bastardill­a porque esa palabra aún no figura en el diccionari­o. Pronto lo hará.

Mea culpa, padre, mea culpa... Estoy poseído por Satanás. No me creo nada de lo que nos dicen quienes mandan ni de lo que dicen quienes no creen en lo que quienes mandan dicen. Si el Gobierno miente, si la oposición miente, si la prensa miente, si la tele miente, si radio macuto miente, si las redes mienten y no sigo, porque también miente la voz del pueblo, ¿cómo discernir dónde está la verdad, suponiendo que esté en alguna parte? ¿Cómo averiguar qué noticia es un bulo y en qué bulo hay algo, por poco que sea, de noticia?

Lo siento, padre. Soy todo dudas. A esa situación de parálisis mental me ha conducido la pandemia. No es que vaya o no a ponerme la vacuna. Es que ya no sé cuál vacuna elegiría entre las muchas que el mercado farmacéuti­co y las consignas gubernamen­tales me proponen, y tampoco sé si será posible que me pongan alguna, buena, mala o regular que sea, en los próximos cinco años. O en los diez, puesto a ser pesimista. Y de aquí a entonces, según mi edad, es más que seguro que el cántaro del cuento que nos están contando se haya roto en mil pedazos. Si el ejecutivo no acepta que la sanidad privada, las farmacias y el ejército tomen cartas en la vacunación, ésta será tan imposible de llevar a cabo como ahora lo parece. Póngame, padre, la penitencia que estime oportuna. Mejor eso que ser condenado por desconfiad­o, como le pasó al monje Paulo en el drama de Tirso de Molina. Amén.

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