La Razón (Madrid)

España es el país europeo con menos superficie poblada: apenas el 13%

Nuestro país es el que cuenta con un mayor porcentaje de territorio deshabitad­o y más concentrac­ión de habitantes en zonas específica­s, según un estudio del Banco de España

- José A. Alonso-Madrid

«España es diferente» en muchos aspectos, incluido el de la distribuci­ón de su población por su territorio comparada con la del resto de países europeos. Así lo ha constatado un reciente estudio del Banco de España que ha utilizado entre otros parámetros informació­n sobre la población por cada kilómetro cuadrado de Europa (GEOSTAT 2011). Comparado con sus países vecinos, España presenta la mayor proporción de territorio deshabitad­o (casi el 90%) y también una mayor concentrac­ión de población en determinad­as zonas. Además, según los autores de «The Spatial Distributi­on of Population in Spain: an anomaly in european perspectiv­e» (Eduardo Gutiérrez, Enrique Moral-Benito, Daniel Oto-Peralías y Roberto Ramos) esta realidad no se explica solo por las condicione­s geográfica­s y climáticas. Tiene mucho que ver con la historia, los flujos migratorio­s de las últimas décadas y hasta motivos sociales, económicos y políticos con los que elaboran sus tablas.

Entre los países analizados, España, siendo el segundo más extenso, es el quinto en cuanto a población total. Únicamente el 12,7% del territorio está poblado, un dato solo comparable a las zonas más inhóspitas de la península escandinav­a o los Alpes. Por el contrario, es el segundo en cuanto a densidad total en las áreas habitadas (737), por detrás del caso singular de Malta.

Las altas temperatur­as, la baja pluviosida­d, la difícil orografía, la escasa fertilidad de los campos o la lejanía de la costa que caracteriz­an a buena parte de nuestro territorio «vacío» sustentan esta realidad. Pero eso no basta –según los autores– para explicar el reducido número de poblacione­s en España, como sí ocurre en el caso de Finlandia. La «anomalía» española, asegura el estudio, no es un fenómeno reciente. Es heredero de la larga Reconquist­a, en la que la escasez de recursos materiales y humanos impedía garantizar la seguridad de los nuevos asentamien­tos: la población se concentrab­a –sobre todo en las inmediacio­nes del Tajo– en pocos núcleos bien defendidos y con una economía volcada en la ganadería. Esta peculiarid­ad se mantuvo a lo largo de los siglos, y de hecho la actual distribuci­ón de la población estaba ya presente a finales del siglo XVIII, antes de la «tardía» industrial­ización.

Usando técnicas de econometrí­a espacial, el estudio sitúa a la mayor parte del territorio de las provincias de Badajoz, Cáceres, Ciudad Real, Albacete, Córdoba y Jaén con la menor densidad de asentamien­tos, mientras que la mayor está en Galicia, País Vasco y la provincia de Barcelona. En cuanto a densidad de población y asentamien­tos, consideran­do condicione­s geoclimáti­cas, lideran el ranking las provincias de Madrid, Málaga y Barcelona. Las que exhiben las densidades más bajas son zonas que pertenecen principalm­ente a Teruel, Zaragoza, Ciudad Real, Albacete, Sevilla y Asturias.

El informe también analiza circunstan­cias más recientes como el éxodo rural –disparado entre 1950 y 1991–, la fiscalidad y variables políticas y demográfic­as. En función de ellas detalla los elementos que caracteriz­an a los municipios ubicados en estas áreas de baja densidad: son las que mayores pérdidas de población sufrieron entre 1950 y 1991, las que tienen mayor proporción de habitantes nacidos en la zona, las más alejadas de la capital de la provincia, con más porcentaje de población empleada en la agricultur­a y menores ingresos per cápita, aunque en términos de Paridad de poder adquisitiv­o no salen tan mal paradas. Se distinguen asimismo por más gasto público y menos recaudació­n per cápita. También son las que mayores aumentos en el voto regionalis­ta experiment­aron después de la crisis de 2008, aunque no se relacionan con el voto del descontent­o surgido en los últimos años, el de Vox y Podemos, más fuerte en grandes núcleos urbanos.

El estudio explora todas esas variables y las consecuenc­ias macroeconó­micas de los flujos migratorio­s en la realidad económica española. Recalca que las economías de aglomeraci­ón se basan en rendimient­os crecientes a escala y menores costos de transporte, y refuerzan los vínculos entre empresas y proveedore­s, así como entre empresas y consumidor­es. «El vacío del territorio español puede, por tanto, influir en la distribuci­ón de la actividad económica entre firmas, sectores y espacio. La dinámica relacionad­a con la interacció­n entre los flujos migratorio­s internos y el proceso de cambio estructura­l de la economía española durante las últimas décadas puede también dar forma a la situación económica actual», dicen los autores.

El vacío del territorio influye en la distribuci­ón de la actividad económica entre proveedore­s, empresas y consumidor­es

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