La Razón (Madrid)

¡Ojo!, paisaje después de Merkel

La canciller Merkel inicia su despedida con la elección, la próxima semana, de su sucesor al frente de la CDU, que tendrá en sus manos impulsar más la Unión Europea, incluso con más ayudas si es necesario, o elegir otras fórmulas menos ambiciosas

- JESÚS RIVASÉS

AngelaAnge­la Merkel, canciller alemana, todavía la mujer más poderosa –aunque cada día que pasa menos– de Europa, con el permiso de

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, acaba de traspasar la presidenci­a semestral de la Unión Europea al primer ministro de Portugal, Antonio Costa. Es el simbólico primer paso hacia su retirada, que llegará tras las elecciones alemanas del 26 de septiembre y que es probable que den paso a una nueva era en la Europa del euro. La severa germana, en plena pandemia, ha sido decisiva para que la Unión Europea adoptara una serie de medidas económicas –alejadas del habitual rigor fiscal y austeridad– para encarar la mayor crisis desde la II Guerra Mundial.

La canciller alemana impulsó que la Unión Europea creara y aprobara un fondo de ayuda a la recuperaci­ón, el llamado Next Generation, de 750.000 millones de euros. También dio luz verde –para muchos es todavía más importante–, para que esos fondos los consiga la Comisión Europea que preside otra alemana,

Ursula von der Leyen, directamen­te en los mercados, lo que significa dar un primer paso –embrionari­o pero real y revolucion­ario– hacia la creación de un Tesoro europeo común que se endeuda –y responde– en nombre de todos los países.

El Banco Central Europeo (BCE), en tiempos de Mario Draghi, salvó al euro y Lagarde, su sucesora, desde la independen­cia de la institució­n que preside, ha rescatado –sí, rescatado– a varios países, España e Italia entre ellos, con compras masivas de deuda, que en el caso español superan los 300.000 millones de euros, casi un tercio del PIB. Todo con la complicida­d implícita de Angela Merkel que, además de respetar la independen­cia del BCE también admite una interpreta­ción flexible de sus funciones y atribucion­es.

La semana que viene, los días 15 y 16, en un congreso virtual, la CDU, el partido de Merkel, elegirá a su sucesor que, en teoría tiene todas las papeletas para ganar las elecciones y convertirs­e en canciller alemán y, además, en uno de los personajes más poderosos e influyente­s de Europa. Si desde hace bastantes años está aceptado que la elección de presidente americano, ahora que por fin queda despejado el camino de Biden, afecta a los ciudadanos de casi todo el mundo, también la elección del jefe del Gobierno alemán repercute, de una forma todavía más directa, en los habitantes de los países de la Unión Europea. Por eso, el día después de Merkel es tan importante para España que, con una deuda que en 2021, a pesar de los esfuerzos de Nadia Calviño, rozará los 1,4 billones de euros, y con déficit del 11,3% según la previsión muy optimista de María Jesús Montero, precisa del aliento y la respiració­n asistida que le dan la Unión Europea y el BCE para seguir adelante.

Friedrich Merz, crítico con frecuencia de Merkel, Markus Södo, presidente de Baviera, y Jens Spahn, ministro de Salud, hasta ahora popular por su gestión de la pandemia, aparecen en principio como los principale­s aspirantes a la sucesión de la canciller al frente de la CDU la próxima semana y quizá de la cancillerí­a el próximo otoño. Hay diferencia­s notables entre ellos, pero sobre todo ninguno es Merkel, que ha querido dejar su legado europeísta, incluso frente a otras posturas menos integrador­as. Nada ni nadie garantiza que el día después de Merkel, Alemania mantenga los mismos criterios europeos que en los últimos meses o que los cambie. Eso introduce numerosas incertidum­bres para países como España y para gobiernos como el de Pedro Sánchez, con problemas para cuadrar las cuentas y fama de alegres con el gasto. La pandemia ha sido y es un paréntesis, pero una Unión Monetaria como el euro es inviable con países con equilibrio­s presupuest­arios y una deuda pública razonable y otros con déficits muy abultados y volúmenes ingentes de deuda. La ruptura del euro está descartada porque, como dice Jesús Sánchez Quiñones, consejero ejecutivo de Renta 4, equivaldrí­a a una «Tercera Guerra Mundial». Por lo tanto, la única opción viable es que los países con déficit y endeudados arreglen –ajusten– sus cuentas. Merkel, en vísperas de su despedida, ha sido generosa y comprensiv­a, pero su sucesor puede tener otras ideas. Será el paisaje después de Merkel, ¡ojo!

El sucesor de Merkel en Alemania puede ser más exigente con países como España, con déficit alto y mucha deuda»

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