«HAY QUE VELAR POR LA SALUD DE LA GENTE Y NO POR LA DEL PSC»
Las encuestas nunca deberían formar parte del cuadro clínico del sujeto social para que los responsables públicos midan sus diagnósticos electorales. Menos aún en medio de una pandemia devastadora en la que los intereses generales tendrían que sobresalir sin excusas ni matices sobre cualquier otra variable. Cuando hay vidas en juego, los tacticismos y las luces cortas tan de moda entre nuestros padres de la patria son un insulto a la inteligencia y un puñetazo al corazón de la credibilidad y la confianza en el sistema. Medirse al calor de la demoscopia cuando las campanas tocan a la muerte en silencio es una prueba de cargo contra la dignidad que se le supone al servidor público. Las elecciones del 14-F en Cataluña son un banco de pruebas y un conflicto de pareces sobre hasta dónde se está dispuesto a llegar para acariciar el poder. Los socialistas dieron el primer golpe con su apuesta por Salvador Illa, el que negó tres veces, y que presume de su inaudita bipolaridad como ministro y candidato con cuajo e hieratismo a paladas. «No sacó ventaja alguna de su condición de ministro». Sin pestañear ni mover músculo. Por eso, claro, no abandonará la cartera porque el escaparate social, las comparecencias del hombre bueno, serio y sabio no arrebatan votos a los rivales, y por eso mismo el Gobierno ni amaga con la posibilidad de suspender los comicios por motivos de salud con una incidencia acumulada a 14 días de 524 casos y en ascenso y un incremento semanal superior al 40% en el Principado. Los independentistas oscilan y vacilan. Los discípulos de Puigdemont se abren a la suspensión de los comicios –los sondeos no son benignos–, mientras que ERC, que se ve ganador, no se apea de la ola electoral sin que la otra, la del coronavirus, le distraiga lo más mínimo. «La gente tiene derecho a que se vele por su salud y no por la del PSC», en palabras del candidato de Ciudadanos a la presidencia de la Generalitat, Carlos Carrizosa. Pero entonces nuestros políticos serían de otra pasta y la democracia no sería maltratada.