Hallan evidencias de agua en el interior de asteroides
El material de unos meteoritos inusuales presenta señales de que circuló agua a través de ellos hace poco tiempo
Todo parece indicar que gran parte del agua de los océanos llegó a la Tierra a bordo de asteroides que chocaron con nuestro planeta hace miles de millones de años. Un nuevo estudio ha analizado unos meteoritos muy peculiares y ha encontrado evidencias de que ese agua se sigue moviendo dentro de sus asteroides originarios. Las condritas carbonáceas son un tipo de meteoritos rocosos que contienen cantidades inusualmente altas de agua y compuestos orgánicos en comparación con otros tipos de «pedruscos» que caen del cielo. El contenido en agua de las condritas carbonáceas oscila entre el 3 y el 22%, pero, aunque estos porcentajes puedan evocar la imagen de un pedazo de roca empapado, lo cierto es que el agua de estos meteoritos no está en estado líquido. De hecho, estos pedazos de roca están completamente secos al tacto. Esto se debe a que las moléculas de agua de las condritas carbonáceas están «atrapadas» en la estructura de algunos de sus minerales.
El fenómeno es similar a lo que ocurre con el yeso, un mineral que está hecho de sulfato de calcio. Cada unidad de sulfato de calcio tiene «enganchadas» dos moléculas de agua. Aunque esta agua no se puede ver a simple vista porque forma parte de la estructura química del mineral, las moléculas de agua se despegan del sulfato de calcio y escapan en estado líquido si el yeso se calienta lo suficiente.
Las condritas carbonáceas tampoco contienen agua líquida en su interior, pero sí poseen diferentes minerales hidratados. E, igual que ocurre con el yeso, las moléculas de agua que están encerradas en esos minerales pueden ser liberadas en determinadas condiciones, como, por ejemplo, cuando están expuestas a las altas temperaturas producidas por la colisión entre dos cuerpos celestes. De ahí que se piense que el bombardeo constante de este tipo de objetos que habría experimentado la Tierra durante la infancia del sistema solar debió proporcionar grandes cantidades de agua a nuestro planeta.
El material de las condritas carbonáceas se formó durante el sistema solar temprano, tal vez más allá de la órbita de Júpiter. Las temperaturas a esa distancia del Sol eran lo bastante bajas como para permitir que los compuestos volátiles se congelaran y los granos de hielo resultantes se mezclasen mezclasen con el material rocoso que los rodeaba. Este proceso resultó en la formación de asteroides que estaban compuestos por una fracción rocosa y otra de diferentes sustancias congeladas (como el agua, el amoníaco o el metano). Y aunque el interior de algunos de estos objetos pudo llegar a estar lo bastante caliente como para fundir estas sustancias y estimular su circulación, con el tiempo, se acabaron enfriando y solidificando por completo.
Se cree que las condritas carbonáceas que caen ocasionalmente a la Tierra son fragmentos de alguno de esos cuerpos celestes primigenios. Tras ser liberados al espacio por algún evento violento, como un gran impacto, algunos de estos trozos de cuerpos celestes antiguos acaban cayendo a la Tierra y podemos analizar su composición química para desentrañar sus misterios. De hecho, un estudio reciente ha descubierto que algunas condritas carbonáceas presentan señales de que el agua que contienen se movilizó de manera reciente, en términos astronómicos.
¿De dónde salió el calor?
El estudio ha analizado la concentración de uranio en diferentes partes de varias condritas carbonáceas, además de los productos de la desintegración de estos elementos. Si el agua contenida en estos meteoritos se calentó lo suficiente en el pasado como para pasar a estado líquido, debió disolver parte del uranio y lo habría transportado a través del material. Y, efectivamente, la distribución del uranio en las condritas carbonáceas estudiadas sugiere que el agua de su interior se movió hace pocos cientos de miles de años. ¿Cuál fue la fuente de calor que estimuló ese movimiento?
Los autores del estudio han barajado varias posibilidades. Por un lado, es posible que el hielo superficial del asteroide del que provienen las condritas carbonáceas se sublimase cada vez que pasaba por su punto más cercano al Sol, lo que habría estimulado el movimiento de agua hacia la superficie. Otra opción sería que las altas temperaturas que experimentaron los meteoritos durante su paso a través de la atmósfera terrestre hubieran provocado que la capa más externa del meteorito se fundiera, licuando el agua y disolviendo el uranio. Pero parece que el escenario más probable es que el agua fue liberada y movilizada por los impactos que eyectaron estos fragmentos de su cuerpo celeste. Como esas colisiones tuvieron lugar hace unos pocos cientos de miles de años, este resultado indica que aún existen cuerpos celestes pequeños que conservan grandes cantidades de agua y que, miles de millones de años después de que se congelara, se volvió a fundir brevemente antes de llegar a nuestro planeta en la actualidad.