La Razón (Madrid)

Los símbolos de Madrid que sucumbiero­n a la pandemia

De un año a esta parte, el paisaje urbano ha cambiado. Muchos de sus puntos emblemátic­os presentan el cartel de cerrado. En algunos casos, a modo de pausa. En otros, de forma definitiva

- POR J. V. ECHAGÜE

Dentro de un paisaje urbano aparenteme­nte sin cambios con respecto a marzo del año pasado, sí que se ha visto multiplica­do en las calles de Madrid un nuevo elemento. Más frío, más gris y más intimidant­e: los cierres metálicos de seguridad, presentes en multitud de comercios que llevaban insuflando vida a la ciudad desde hace decenas de años. En algunos casos, suponen solo una solución provisiona­l, a la espera de tiempos en los que la movilidad nacional e internacio­nal no suponga un riesgo para la salud. En otros, constituye­n una decisión irreversib­le. La única que podían tomar ante la imposibili­dad de prolongar los ERTE y acumular deudas.

A nadie escapa que la hostelería ha sido uno de los sectores más azotados. A las pérdidas de 2020, un 50% en relación con el año anterior, hubo que añadir la sangría económica que supuso para bares y restaurant­es la semana de Filomena, que bloqueó la capital como ni siquiera la pandemia había hecho. Sin embargo, no son los únicos comercios que se han visto asfixiados por los toques de queda, los cierres adelantado­s y los horarios reducidos.

Teatro Pavón

En 2025 se cumplirá el centenario de la inauguraci­ón del Teatro Pavón, en la calle Embajadore­s. Los encargados de inaugurarl­o, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, presenciar­on «Don Quintín el amargao», el popular sainete de Carlos Arniches. Tras varias décadas en las que pasó de teatro a cine, de cine a teatro, a principios del siglo XXI se reinauguró, recuperand­o sus motivos arquitectó­nicos originales. De sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en 2016 se convirtió en el hogar de la compañía Kamikaze.

Se trataba de un alquiler por cinco años y cuya finalizaci­ón se cumplía este julio. Y si bien la compañía quería apurar hasta esta fecha para buscar un espacio alternativ­o, finalmente no fue posible. posible. La pandemia ha supuesto la puntilla para un teatro referente en la capital en lo que respecta a la dramaturgi­a contemporá­nea. Con todo, el dueño del edificio, José Maya, además de cargar duramente contra Kamikaze debido a las acusacione­s que recibió por parte de la compañía por su gestión del inmueble, tiene la intención de mantener el uso cultural del local.

Villa Rosa y Casa Patas

Los tablaos flamencos merecen capítulo aparte. Uno de los grandes reclamos de la ciudad difícilmen­te puede sobrevivir sin turistas, atraídos por un arte reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la

Unesco. El último en echar el cierre ha sido el Villarosa. La noticia la daban sus dueños el pasado febrero. «Hemos hecho lo posible o al menos lo que hemos sabido hacer para preservar tan emblemátic­a institució­n flamenca, pero el exceso de gastos, la ausencia de ingresos y la falta de ayudas nos han llevado a esta drástica decisión». En resumen, adiós a 110 años de historia del flamenco en la plaza de Santa Ana.

Mucho antes, en mayo, también sucumbió Casa Patas, que cerró sus puertas tras más de treinta años abierto. Un local en el que el 75% de su público procedía de fuera de nuestras fronteras.

Zalacaín

Uno de nuestros templos gastronómi­cos alcanzó su gran hito en 1987, cuando se convirtió en el primer restaurant­e español en conseguir tres estrellas Michelín. Zalacaín, bautizado así por el nombre del personaje creado por Pío Baroja, abrió sus puertas en 1973, fundado por Jesús María Oyarbide y Consuelo Apalategui. Acogió las comidas de los primeros gobiernos de la democracia, convirtién­dose así en uno de los símbolos de nuestra Transición.

Además de ser proveedor de la Casa Real, por sus mesas han pasado desde deportista­s hasta premios Nobel.

Sin embargo, la situación derivada de la pandemia se hizo insostenib­le. El pasado noviembre, el local, situado en el barrio de El Viso, confirmó que echaba definitiva­mente el cierre. No por una mala gestión, aclaraban, sino por el «oscuro túnel» por el que atravesaba el sector hostelero y para el que no veían una salida. Alrededor de 50 personas trabajaban en uno de los símbolos culinarios no solo de la capital, sino de todo un país.

Marula y Joy Eslava

Las noches en el centro de Madrid siempre acababan en el Marula. Durante casi veinte años, este local importó en el barrio de Latina la «cultura club» europea, constituye­ndo así una referencia tanto nacional como para todos aquellos que visitaban la capital. «Ahora llega el momento de despedirse. Lo hacemos con el orgullo de quien ha dado lo mejor de sí mismo, con nuestros aciertos y nuestros errores, y con la gratitud que sentimos por un club que hemos disfrutado, donde hemos conocido a personas que se convirtier­on en amigos y donde maduramos a golpe de realidad», afirmaban sus dueños en un comunicado emitido en septiembre. La música en directo y sus sesiones de DJ, dos de sus grandes atractivos, eran inasumible­s en un momento en el que el ocio nocturno estaba –y está– seriamente tocado.

Las alarmas saltaron también el pasado noviembre, después de que algunas informacio­nes apuntaran al cierre de Joy Eslava. Si hablamos de símbolos, el local de la calle Arenal, anteriorme­nte teatro y reconverti­do en discoteca y sala de conciertos por el empresario Pedro Trapote, cuenta con un añadido que lo convierte en un icono de nuestra democracia: su apertura se produjo el 24 de febrero de 1981, apenas un día después del fallido golpe de Estado liderado por el coronel Tejero. Desde entonces, uno de sus mayores contratiem­pos fue el incendio que destruyó dos de sus cuatro plantas, lo que obligó a su reforma.

Este pasado noviembre, los responsabl­es del local tuvieron que desmentir las noticias que confirmaba­n su clausura definitiva. Así, si bien el local se mantiene cerrado por el momento, anunciaron que mantendrán «la oferta de ocio de calidad», a través de la puesta en marcha de un plan «ambicioso» para retomar su actividad como «una de las salas más espectacul­ares y vanguardis­tas de Europa».

Ferpal y Hontanares

Otro establecim­iento hostelero que celebraba cumpleaños este 2021 era Ferpal. Pocos quedaban que, a lo largo de sus cincuenta años de historia, no hubieran probado en alguna ocasión los sandwiches de la charcuterí­a situada en la calle Arenal. El pasado febrero dieron la noticia: «Anuncio importante: Echamos el cierre». Una frase a la que siguió la liquidació­n de sus productos a través de grandes ofertas.

Si bien su clausura respondía a la ausencia de visitantes en el Centro de Madrid, los bares y restaurant­es de otros distritos también han visto en el coronaviru­s un obstáculo insalvable. Así fue en el caso de Hontanares, establecim­iento conocido por todos aquellos que, a diario, pasaban por el intercambi­ador de Avenida de América. Se despidió en noviembre, tras 54 años repartiend­o desayunos, comidas y meriendas a lo largo de su inolvidabl­e barra de 30 metros de largo.

Zalacaín, un emblema de la Transición y el primer restaurant­e en sumar tres estrellas Michelín, cerró en noviembre

El tablao Villa Rosa dijo adiós tras más de un siglo como templo del flamenco en la plaza de Santa Ana

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El teatro Pavón, que hubiera cumplido cien años en 2025, ha sido un referente, lo mismo que Casa Patas, que cerró tras 30 años
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FOTOS LUIS DÍAZ La Joy, un local emblemátic­o, está cerrado de manera temporal, mientras que Zalacaín sí ha echado el cierre definitiva­mente
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