«No más retrasos con las vacunas en el mundo»
El Papa Francisco reclama un reparto universal durante el Urbi et Orbi pascual
Tras una semana de ritos y mensajes muy orientados a los fieles llegaba el turno del Urbi et Orbi. La bendición, para «la ciudad y el mundo» cierra la Semana Santa. Ofrece un potente contenido pastoral, pero es también el momento en el que el Papa abre el foco y se dirige a toda la comunidad internacional. El discurso de este año, cómo no, tuvo la pandemia en primer plano. En medio de los retrasos en algunos países con la campaña de vacunación y el incumplimiento de algunas farmacéuticas en la entrega, el Pontífice defendió el llamado «internacionalismo de las vacunas». «Insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres», pronunció Bergoglio durante su homilía en la basílica de San Pedro. De nuevo este año tocó celebrar la liturgia en el interior del templo y no de cara a la plaza, como era habitual, debido a las severas restricciones sanitarias impuestas en Italia durante esta Semana Santa. El Papa argentino ya se ha referido a las vacunas en multitud de ocasiones. Primero para defender su uso y posteriormente para que el reparto sea equitativo. Ahora combate esa lógica nacionalista, por la que cada país intenta hacer acopio antes que el resto. Y esto no sólo se aplica cuando Estados Unidos, Israel o Reino Unido cuentan con ellas antes que España o Alemania, sino que también sirve para reivindicar que lleguen al mismo tiempo a África. Pero, más allá de la emergencia sanitaria, Bergoglio recordó que «la pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres».
Tuvo palabras asimismo para varios colectivos especialmente vulnerables, que también han centrado sus pensamientos en otras ocasiones. En primer lugar, recordó a pacientes y a quienes se encargan de ellos. «Cristo resucitado es esperanza para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido. Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros», dijo.
A continuación se centró en esas consecuencias indirectas de la covid-19. «Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas», reflexionó. Entre los pobres, hay un fenómeno especialmente cercano para Francisco: la inmigración. «Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria», rezó. Por último, mencionó a los jóvenes que han tenido que cambiar los centros educativos por clases frente al ordenador. Bergoglio afirmó que «todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad».
Hasta aquí las consecuencias de la pandemia, que son muchas. Después hizo un repaso, como acostumbra siempre en esta bendición, por los escenarios internacionales de conflicto, ya sea en forma de guerras, represión o persecuciones. En primer lugar, mandó un mensaje claro a Myanmar, donde miles de jóvenes «comprometidos con la democracia hacen oír su voz de forma pacífica», dijo el Papa frente a la represión de las autoridades militares que se han hecho con el país mediante un golpe de Estado. Habló de Líbano, Libia, Siria, Yemen o Irak, donde viajó hace unas semanas. «Pido que pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido», reclamó a las autoridades iraquíes.
También pasó por África y por Nagorno-Karabaj, uno de los escenarios más recientes de guerra abierta en el mundo. El Papa reclamó el fin de la violencia y en este Domingo de Resurrección se despidió deseando una «feliz Pascua a todos».