La Razón (Madrid)

La falsa guarra

- Cristina López Schlichtin­g

«“Los perfumes y joyas sirven al poder como tu latín nos sirve para darse a entender”»

DonDon Sancho de Paredes Golfín hizo inventario de los bienes de Isabel de Castilla en 1498. Mientras escribía, viajaba en sueño con los perfumes: a los desiertos, de donde procedían la algalia fina y el almizcle, o a los bosques de Asia, tierras del anime o el benjuí. El ámbar fino lo llevaba a Polonia, donde se capturaba la ballena, y el aceite de azahar o rosa mosqueta, a la recién recuperada Granada. La pluma rasgaba el pergamino y le sacaba una sonrisa al camarero real, capaz de arrancar precios magros a los judíos astutos y encargado de conseguir agua de murta para eliminar cualquier hedor de la axilas de su señora, siempre empeñada en reconquist­ar al veleidoso don Fernando.

Tenía la reina, para sus viajes, hermosas tiendas, alfombras para los suelos, arcones y divanes, sillas de taracería y bargueños, tablas de oración flamencas y crucifijos de marfil, pero también costosas joyas. Beatriz Galindo le afeaba la coquetería, pero Isabel, que rezaba lo que hacía falta y más, le recordaba a su dama que el poder no sólo ha de serlo, sino parecerlo, y que su coronación llenó de asombro porque supo entrar en el templo enlutada por su hermano, el rey Enrique, y salir de él vestida de rica seda bordada, reina deslumbran­te. «Los perfumes y joyas, Beatriz mía, sirven al poder como tu latín nos sirve, para darse a entender», le decía a la maestra.

Nueve libros necesitó Sancho de Paredes para contar todo, y fue en el último donde refirió las libras de cosméticos y las onzas de perfumes. Murió Isabel y después Fernando y luego el emperador Carlos y, finalmente, Felipe II, y fue Isabel Clara Eugenia, hija de aquel, quien hizo promesa de no mudar la vestimenta hasta pacificar Flandes. Y, de Isabel a Isabel, alguien confundió que La Católica había hecho tal promesa, pero por la conquista de Granada. Después se añadió el invento de la falta de aseo. Y así pasó Isabel como guarra a los anales. Cinco siglos después, la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán saca a la luz los libros de Sancho de Paredes con todas sus verdades.

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