Pablo entierra a Iglesias
El ex líder de Podemos se corta su simbólica coleta como parte de su nueva etapa fuera de la política
El ex secretario general de Podemos Pablo Iglesias ha cambiado su look con su renuncia a la política activa y se ha cortado el pelo dejando atrás su icónica coleta. Iglesias, que abandonó sus cargos políticos tras conocerse los resultados electorales del 4 de mayo, lucía ayer en unas imágenes su nueva estética, ya sin melena y leyendo un libro junto a un subrayador.
LlegaráLlegará un día en que los hombres y mujeres del futuro, para dar épica a su aburrido presente, dirán que ellos habían conocido a Pablo Iglesias con coleta, como otros conocimos a Franco, incluso en su pletórico estertor. Así son las leyendas, creciendo en la lumbre de la ignorancia, hasta que fenecen podridas como la carne incorrupta de los santos. La noticia es que Iglesias ha ido a la peluquería y se ha hecho unos retoques significativos en el pelo, sin llegar a las mechas. Un cambio radical, por supuesto, de look. Pero lo importante ahora es saber donde está esa cola de caballo, látigo de poderosos, dónde está guardada o, en su última misión, a qué ONG la ha donado. Por afinidad política, no hay que perder de vista que poseer algo que perteneció al caudillo es poseerlo a él y a la inmortalidad de su obra. Ahí está la espada de Bolívar, robada por el M-19 en 1974, el sable corvo de San Martín, secuestrado por los jóvenes peronistas peronistas en 1963, o el del mismo Perón –y de paso las manos y la gorra–, en 1987, y hasta el cuerpo de Evita. El destino de esa coleta incorrupta no es guardarla en un camafeo en memoria –histórica, en este caso– del amor ido: ni que fuera una leyenda de Bécquer. O encontrar en la cómoda, entre ropa íntima y banderas viejas, su postizo trenzado. Ese penacho ahora cercenado merecería estar, en aplicación de la Ley de Memoria Democrática, y haciendo una merecida excepción, en el Archivo Nacional de la Guerra Civil Española.