«No me voy a quitar la mascarilla. No me fío»
La mayoría mantiene su uso, pese a no ser ya obligatorio
Hoy hace 402 días que empezamos a usar la mascarilla. Ha sido el símbolo inequívoco de la pandemia, el elemento unificador entre todas las ciudades del mundo que han luchado contra la covid. Taparnos media cara no solo era un símbolo de protección, de peligro y de alerta constante, sino también una manera de mostrar que no era momento para sonrisas. Tampoco para carmín, ni carcajadas, sino para contener la respiración y esperar tiempos mejores.
La mascarilla ha calado hondo, y parece que el fin de la obligatoriedad de llevarla en exteriores no es aún suficiente razón para desprendernos de ella. «Yo la voy a seguir llevando, no pienso quitármela por ahora», explica Nati. La situación lo requiere, dado que la Gran Vía de Madrid en el día de inicio de las rebajas de verano no es lugar en el que se pueda mantener la distancia de seguridad. Lo curioso es que Nati está vacunada, con las dos dosis, desde hace más de un mes. «No es que tenga miedo, de hecho no lo he tenido nunca, ni en los peores momentos. Trabajo de limpiadora en el Pirulí –el nombre coloquial con el que los madrileños se refieren a Torrespaña– y nunca he dejado de trabajar desde que empezó la pandemia. Me pongo la mascarilla incluso cuando estoy sola en el edificio, y no me la voy a quitar ahora porque lo diga el gobierno, porque sé que no hay ninguna base médica para ello», añade. Como Nati, mucha gente no se fía que sea seguro ir «a cara descubierta».
Según la encuesta de NC Report para LA RAZÓN, un 40,5% de los españoles seguirá poniéndosela y un 7,6% sigue manteniendo dudas, especialmente entre la población mayor de 55 años, entre los que más de la mitad irá con el cubrebocas puesto. Así piensan Juan Ramón y Elisa, un matrimonio de Castilla-La Mancha que, pese a haber recibido la primera dosis de la vacuna, siguen haciendo uso de la mascarilla en exteriores. «Yo no entiendo el motivo de que se haya decidido que sea ahora, ¿por qué no hace 15 días, o dentro de 10? Como cuenta Laura, de 23 años, emocionada. «Ha sido genial salir hoy así, por primera vez, poder respirar y enseñar la cara. No sé cuánto tiempo hace que no usaba ninguna barra de labios, ¿para qué? Al final acababas manchando la mascarilla y no se veía». Las dos amigas que la acompañan llevan hihab y, para ellas, también es una alegría volver a maquillarse. «Echas de menos arreglarte, ponerte guapa, eso anima mucho», destacan sonrientes. me parece arbitrario, no me quiero arriesgar», señala Elisa. «Nos la quitaremos, claro, en algunos momentos, cuando no haya tanta gente cerca o cuando vayamos a la playa. Pero nos va a costar. Ya nos hemos acostumbrado y no te molesta llevarla, así que al final, con poco esfuerzo, estás evitando también que contagiar o que te contagien otras enfermedades, no solamente la covid», explica su marido.
La encuesta de NC también consultó sobre la idoneidad de mantener la obligación de usarla cuando se tengan síntomas de gripe, una decisión con la que estarían de acuerdo un 45,5% de los entrevistados. La mayoría cree que se debería mantener como recomendación pero descartando la obligatoriedad. Un pequeño porcentaje la rechazo de pleno.
Sensación de libertad
Mariana y Gonzalo serían de ese grupo. Han salido a pasear por la Gran Vía con sus perros para celebrar el primer día sin mascarillas. «Yo estoy feliz» –dice Gonzalo– «por fin puedo respirar al aire libre, y no estar todo el día tragándome mi propio ceodos. Cuando pienso en todos los días que he hecho deporte en la calle con la mascarilla puesta, ahogándome... madre mía, ¡cuántas medidas absurdas!». No quiere ser polémico, ni parecer un negacionista, pero sí se siente engañado. «Tengo especialistas en mi familia, médicos y biólogos, y sé lo que hay. Las posibilidades de contagio en exteriores son mínimas, y de eso no se ha hablado tanto. Siento que a la sociedad se nos ha ocultado mucha información, se nos ha tratado como a borregos», se queja. Mariana, que no para de sonreír, también se ha sentido engañada, y oprimida. «La pandemia ha sido también una excusa para coartar muchas libertades. Muchos estábamos hartos. Yo no me la pienso volver a poner nunca por la calle, solo donde me obliguen, y no porque crea en ello, si no por respeto a los demás».
Un motivo loable, que también mueve a mucha gente a retrasar su retirada. Los expertos aseguran que este sentimiento de solidaridad, el mismo que hizo que la sociedad aceptara y extendiera el
uso de mascarilla sin mayores quejas, es el que marcará los tiempos que cada uno necesite para deprenderse de ella. «Dejar ir las mascarillas simboliza el acercamiento a lo presencial, al contacto de nuevo con los otros, a cierta sensación de libertad, y habrá parte de la población que no esté preparada en este momento y necesitará más tiempo», señala la psicóloga Raquel Huéscar.
La realidad es que, a tenor de lo que se ve por las calles, nada parece haber cambiado. La proporción de personas «a cara descubierta» es mínimo, y la mayoría de los que se ven son menores de 40 años. También los extranjeros. Yeni y Lian son dos jóvenes chinas que llevan seis años en España. Hoy han salido «de rebajas». Llevan su mascarilla perfectamente colocada, y no tienen ninguna intención de quitársela. «En China se dejó de exigir hace meses y ahora se ha vuelto a imponer, porque subieron mucho los contagios. No creo que veas a muchos chinos quitársela por la calle», señala Lian. Lo cierto es que las sociedades asiáticas están más que acostumbradas a llevarla, tanto por el contagio de enfermedades como por la contaminación de sus ciudades. «Yo no estoy de acuerdo con que se relajen las restricciones en un momento como éste, con la variante india circulando por el mundo. La seguiría llevando aunque estuviera vacunada», explica Yeni.
Lo cierto es que Delta está haciendo dar pasos atrás incluso a los países con mayor número de población inmunizada. Israel, donde la pandemia ya se había dado por finalizada hace un par de meses, restableció el pasado viernes el uso de mascarilla en los lugares públicos cerrados, tras un aumento del número de contagios de covid atribuidos a la variante. Chile, el tercer país con más vacunados, ha vuelto al confinamiento. El tiempo dirá si hemos hecho bien o no. De momento, los españoles prefieren la prudencia porque aún está presente el temor a las terribles consecuencias del virus.