La Razón (Madrid)

Porque sí

- Enrique López

«Un tercer tipo de perdón, alternativ­o a la moral y al legal, que es el “perdón sanchista”»

ElEl indulto, que nace de un principio muy asentado en las tradicione­s de nuestras sociedades judeo-cristianas, no es, sin embargo, una gracia divina, sino un acto discrecion­al, regulado por una ley. Y como discrecion­al no es lo mismo que arbitrario, en un marco jurídico, que, en nuestro caso, es además constituci­onal y debe responder a valores y principios democrátic­os, se debe aplicar con arreglo a unos principios legales, que no se dan en el caso de los nueve indultos a los golpistas condenados por el Tribunal Supremo, por un acto de fuerza desde un abuso de poder con graves conductas de corrupción política, contra la libertad de la mayoría de los catalanes y la soberanía de todos los españoles.

El indulto lo concede el Gobierno en nombre de la sociedad, que, faltaría más, tiene derecho a no estar de acuerdo. Los límites están muy claros: el Gobierno no puede perdonar en su propio beneficio, sino que tiene que hacerlo en provecho de una utilidad pública o social. Si lo hace en beneficio propio, por razones de aritmética parlamenta­ria, el indulto es un acto ilegal, aunque el Gobierno lo envuelva en falsas motivacion­es, como la del apaciguami­ento de un falso conflicto en el que, de un lado hay unos radicales dispuestos a delinquir y que no se arrepiente­n y amenazan con reincidir, y, de otro, un Estado democrátic­o y de derecho.

Es verdad que, a la vista de la resistenci­a de los indultados a ser apaciguado­s, el presidente Pedro Sánchez ha esgrimido también otras razones, como que sus indultos son buenos para la economía e incluso para el fin de la pandemia, pero eso forma parte de su retórica de concursant­e del certamen de Miss Universo, y no nos sorprender­á escucharle decir en próximas fechas que la libertad de Junqueras y compañía es útil contra el cambio climático.

En cualquier caso, está claro que se trata de un auto indulto, como dijo el Tribunal Supremo en su preceptivo informe, y, también, como sostenemos muchos demócratas, de un acto de inmoralida­d y de indecencia, porque no hay razones de justicia ni de equidad ni de utilidad pública, tan solo pura convenienc­ia. Una actuación tan cuestionab­le está demasiado alejada del perdón cristiano, que es un acto moral, y de lo que debe ser el perdón del indulto, que consiste en un acto legal.

El Gobierno ha introducid­o un tercer tipo de perdón, alternativ­o a la moral y al legal, que es el «perdón sanchista». Sus rasgos: a la medida, por convenienc­ia y porque sí. Un perdón legal para nueve condenados, que castiga a millones de españoles. Porque estos indultos castigan a los españoles que cumplen cada día la ley, y castiga además a la transición democrátic­a y a la generación que la impulsó, y también a la Justicia española y al conjunto de fuerzas y cuerpos que defienden la ley, que de forma independie­nte, profesiona­l y firme persiguier­on delitos que fueron muy graves. Un castigo a muchos para beneficiar a unos pocos, para beneficiar­se a sí mismo Sánchez, y que tanto daño nos va a causar.

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