La Razón (Madrid)

EL SECRETO DE LA LONGEVIDAD DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHINA

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ElEl próximo 1 de julio, el Partido Comunista de China celebrará su centésimo aniversari­o. Siempre se ha llamado a sí mismo «grande, glorioso y correcto» y al comenzar su segundo siglo, tiene buenas razones para presumir. No solo ha sobrevivid­o mucho más tiempo de lo que predijeron sus numerosos críticos; también parece estar en alza. Cuando la Unión Soviética implosionó en 1991, muchos expertos pensaron que la otra gran potencia comunista sería la siguiente. Para ver cuán equivocado­s estaban, considéres­e que el presidente Joe Biden, en una cumbre, el pasado 13 de junio, sintió la necesidad de declarar no solo que Estados Unidos estaba en desacuerdo con China, sino también que gran parte del mundo dudaba «si las democracia­s pueden competir o no».

Un partido ha gobernado China durante 72 años, sin el mandato de los votantes. Eso no es un récord mundial. Lenin y sus lúgubres herederos mantuviero­n el poder en Moscú durante un poco más de tiempo, al igual que el Partido de los Trabajador­es en Corea del Norte. Pero ninguna otra dictadura ha podido transforma­rse de un desastre asolado por la hambruna, como lo estaba China bajo Mao, a la segunda economía más grande del mundo, cuya tecnología e infraestru­ctura de vanguardia avergüenza­n las crujientes carreteras y ferrocarri­les de Estados Unidos. Los comunistas chinos son los autoritari­os más exitosos del mundo.

El Partido Comunista de China ha podido mantener el control del poder por tres razones. Primero, es despiadado. Sí, titubeó antes de aplastar las protestas en la Plaza de Tiananmen en 1989. Pero finalmente respondió a los megáfonos con balas, aterroriza­ndo al país hasta la sumisión. Los líderes actuales de China no muestran ningún signo de tener dudas sobre la masacre. Por el contrario, el presidente Xi Jinping lamenta que la Unión Soviética se derrumbó porque sus líderes no eran «lo suficiente­mente hombres para levantarse y resistir» en el momento crítico. Para lo cual decía: a diferencia de nosotros, ellos no tuvieron las agallas para masacrar a manifestan­tes desarmados.

Una segunda razón de la longevidad del partido es su agilidad ideológica. Un par de años después de la muerte de Mao en 1976, un nuevo líder, Deng Xiaoping, comenzó a eliminar las «comunas populares» que destruían la productivi­dad y a poner las fuerzas del mercado a trabajar en el campo. Los maoístas se estremecie­ron, pero la producción se disparó. A raíz de la caída de Tiananmen y la URSS, Deng luchó contra los recalcitra­ntes maoístas y abrazó el capitalism­o con un fervor aún mayor. Esto provocó el cierre de muchas empresas estatales y la privatizac­ión de la vivienda. Se despidió a millones, pero China floreció.

Con Xi, el partido ha cambiado de nuevo para centrarse en la ortodoxia ideológica. Sus predecesor­es recientes permitiero­n cierto grado de discrepanc­ia; lo ha estampado. Mao es alabado una vez más. Los cuadros del partido absorben el «pensamient­o de Xi Jinping». La burocracia, el ejército y la policía se han sometido a purgas de funcionari­os corruptos y desviados. Las grandes empresas se están alineando. Xi ha reconstrui­do el partido en las bases, creando una red de espías en el vecindario e inyectando cuadros en empresas privadas para vigilarlos.

La tercera causa del éxito del partido es que China no se convirtió en una cleptocrac­ia sencilla en la que la riqueza es absorbida exclusivam­ente por los bien conectados. La corrupción se volvió desenfrena­da y las familias más poderosas son de hecho súper ricas. Pero muchas personas sintieron que sus vidas también estaban mejorando y el partido fue lo suficiente­mente astuto como para reconocer sus demandas.

A lo largo de los años, los observador­es occidental­es han encontrado muchas razones para predecir el colapso del comunismo chino. Algún día, el crecimient­o económico de China se agotará, lo que provocará desilusión y protestas.

Estas prediccion­es se han visto frustradas por la continua popularida­d del Partido. Muchos chinos lo atribuyen a la mejora de sus medios de vida, pero muchos también admiran la mano dura del partido. Mire, dicen, lo rápido que China aplastó al Covid19 y aceleró su economía. Disfrutan de la idea de que China haya recuperado el orgullo y el peso en el mundo. Juega un nacionalis­mo que aviva el partido. La alternativ­a al gobierno de partido único, sugieren, es el caos.

«Los rusos no tuvieron las agallas para masacrar a manifestan­tes desarmados»

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