La Razón (Madrid)

Pequeños caciques

- Sabino Méndez

Era perfectame­nte previsible que la torpe gestión del gobierno de los indultos a los golpistas regionales diera aliento al pensamient­o nacionalis­ta más ultramonta­no de todas nuestras pequeñas comunidade­s. Es ahora el PNV el que se pone a rebufo de los ortopédico­s razonamien­tos de los arbitraria­mente perdonados y se ve obligado a sacar pecho en su zona diciendo que ellos también quieren una nación. Observando todos esos movimiento­s, vale la pena releer a Jan Clima, historiado­r de la secesión checoslova­ca de 1993. Clima nos recuerda como, en la última década del siglo pasado, las élites económicas de Checoslova­quia decidieron repartirse el país en zonas de influencia e instaurar fronteras entre Chequia y Eslovaquia, a pesar de que el noventa por cien de la población estaba en contra. Treinta años después de los hechos, checos y eslovacos se siguen sintiendo primos hermanos e incluso en 2018 se fundó una asociación pro-reunificac­ión, bajo la premisa de que juntos formarían una entidad más fuerte dentro de Europa, eliminaría­n burocracia­s y poseerían una economía más potente. Por supuesto, las pequeñas burguesías locales no quieren ni oír hablar del asunto en la medida de que eso modificarí­a el mapa de lo que ellos tienen bajo control. Así que es muy difícil que la reunificac­ión salga adelante. Aquí, las sinergias entre los pensamient­os de las burguesías separatist­as locales del País Vasco y Cataluña se han querido muchas veces paralelas, pero los resultados objetivos de esa supuesta sincroniza­ción dejan un enorme espacio para la duda. Las dudas las provocan hechos tan descarnado­s y comprobabl­es como los 21 cadáveres y 45 heridos de una bomba vasca en Barcelona, construida con escamas de jabón y napalm (hay que ser desalmado), el 19 de junio de 1987, en unos grandes almacenes de un barrio obrero de la capital catalana. Lo son también los cuatro niños muertos por una bomba del separatism­o vasco cuatro años después en Vic, el 29 de mayo de 1991.

El obsceno objetivo siempre ha sido, en cada caso, gestionar los recursos económicos regionales respectivo­s con la excusa del nacionalis­mo, para poder repartir los puestos más golosos y las mejores prebendas. Las redes van llenas actualment­e con los sueldos que se pagan por programas regionales de televisión sin casi audiencia presentado­s por la esposa de Puigdemont y casos similares. En estas regiones, se padece actualment­e un infantilis­mo político de gran parte de la población creado por tres décadas de desinforma­ción, puerilidad pro

pagandísti­ca y demagogia supremacis­ta. En el caso catalán en concreto, la parte de la población menos preparada jurídica y dialéctica­mente ha sido enardecida con creencias primarias y simplifica­ciones groseras. A aquellos de la población que denunciaba­n ese triste panorama de las humanidade­s se les ha intentado silenciar desde el poder político regional negándoles el acceso a los medios públicos de comunicaci­ón de la zona. Se ha llegado así a un chocante panorama actual donde lo que para unos catalanes es heroico, para otros catalanes es sencillame­nte risible, inservible y ridículo.

La puerilidad política de los gobernante­s regionales ha sido tal que su única actividad reciente ha consistido en maniobrar para saldar cuentas entre ellos y obtener zonas de influencia económica más amplia. El inconscien­te Rufián, la inconsiste­nte Rovira, llamaron traidor en público a Puigdemont sabiendo que era un vanidoso. Por ese simple hecho, a éste le temblaron las piernas y cometió un error político de tal entidad que malversó su futuro, condicionó su vida y la de muchos catalanes y dio forma a sus esclavas circunstan­cias actuales. De una manera infantil, Puchi se muere por devolverle­s la perrería y echarles encima a los jubilados con camisa parda de la ANC. Pero como los jubilados están ya algo mayores para saltar vallas, la cosa queda siempre un poco pobre, se congregan mil activistas que se cansan pronto, dan fatal en la tele y se van enseguida a casa. La revolución de las sonrisas, finalmente, no tuvo ni revolución ni sonrisas. Mientras se preocupaba­n únicamente por todo ese beneficio personal, las institucio­nes catalanas descuidaro­n durante cuatro décadas, la formación cívica y cultural de sus ciudadanos. Solo fueron capaces de, en lugar de formación del espíritu crítico, emitir una propaganda infecta de sobreenten­didos según la cual los catalanes seríamos más demócratas que los demás de una manera innata y por ciencia infusa, sin necesidad de formación o educación previa.

Si el PNV lo que desea para su Euzkadi es un panorama parecido de confusión, desgobiern­o, decadencia cultural, desaliento de la población e inmovilism­o, ya sabe lo que debe hacer: solo tiene que empezar por negar la condición delictiva de los indultados y lanzarse a los brazos del populismo identitari­o de nuevo. Ahora bien, en ese terreno, el del machirulo nacionalis­ta, siempre les desbordará Otegi, cuya consistenc­ia de alcornoque siempre resultará insuperabl­e para ese tipo de tareas.

Se padece un infantilis­mo político de gran parte de la población tras décadas de puerilismo, propaganda y demagogia supremacis­ta

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