La Razón (Madrid)

«John 3:16», la pancarta

- Mariano Ruiz Díez

Ingenio, misterio, chapuza, humor... la pancarta debe ser un tuit de los que cada vez hay menos

Antes del streamer, el youtuber y el tuitero existió el pancartero. Hablo del tipo, sin connotacio­nes peyorativa­s y sí generalmen­te era un tipo, que cogía una sábana o similar y se iba al evento deportivo de turno con un mensaje tan meditado como chocante. Se trataba de que lo viera todo el mundo y estaba lejos del formato actual de la simple petición de camiseta. La pancarta debía tener algo de ingenio, de misterio, de chapuza, de humor... debía ser un tuit de los que cada vez abundan menos. Todas esas virtudes estaban en la pancarta «John 3:16» que apareció en el Mundial de México. ¿John? ¿3:16? Y Butragueño liándola de madrugada en Querétaro. Se trataba de un versículo del evangelio de San Juan que decía: «Y porque Dios que tanto amaba el mundo, entregó a su hijo, de modo que quienes creyeran en él no morirían, sino que vivirían eternament­e». El responsabl­e de aquello –pueden recitarlo con la voz de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction– era un tal Rollen Stewart, que acabó siendo condenado a tres cadenas perpetuas por otros tantos secuestros.

La última pancarta polémica ha aparecido en la primera etapa del Tour. Una ¿aficionada? con un simple cartón no ha podido hacerlo peor. «Vamos abuelitos», ponía y si la han visto sus abuelos... No tuvo mejor idea que invadir parte del carril y fue como la peor de las rotondas. Se metió donde no debía y su brazo y la cutre-pancarta mandaron a un ciclista al asfalto. Fue una masacre. Y la pancarta no había por dónde cogerla.

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