La Razón (Madrid)

El cuento del lobo, inflación y balas

Los temores a la inflación han vuelto. Las autoridade­s monetarias descartan que sea un problema y creen que se trata de algo pasajero, pero ya hay quienes levantan la voz de los riesgos de un periodo de subidas de precios crónicas

- JESÚS RIVASÉS

EnriqueEnr­ique Fuentes Quintana (19242007) solía decir que «una guerra se hace con balas y una inflación con dinero». Fue vicepresid­ente del Gobierno entre julio de 1977 y febrero de 1978. Poco más de seis meses en el Gobierno de Adolfo Suárez después de las primeras elecciones democrátic­as del 15 de junio de 1977, que ganó UCD (Unión de Centro Democrátic­o). En agosto de 1977, la inflación en España estaba en el ¡28,4%! El fantasma cabalgaba con fuerza sobre la economía española.

Hubo dos años terrorífic­os. Los precios subieron un 19,8% en 1976 y un 26,4% en 1977. Fuentes Quintana, artífice de los Pactos de la Moncloa, evitó el desastre total. Pasado el peor momento, perdió predicamen­to y en febrero de 1978 dimitió. España tardaría más de tres largos lustros en domeñar a la inflación, que dejó sus secuelas de paro y dificultad­es para los más desfavorec­idos. El desempleo español endémico es heredero en parte de aquella locura inflaciona­ria que daba alas a lo que

Rafael Termes, entonces presidente de la patronal bancaria, llamaba «el impuesto más inmoral».

Muchos años después, desde el recuerdo a García Márquez, los más veteranos evocan los tiempos de precios disparados y subidas permanente­s. Las economías occidental­es derrotaron a la inflación a finales del siglo XX. Ahora, el esperado fin de la pandemia podría haberla despertado. Los gobiernos crearon dinero sin límite para evitar el colapso. Lo lograron, pero el precio puede ser la reaparició­n de la inflación. En Estados Unidos ronda el 5%, la tasa más alta desde 2008, y la subyacente –no contabiliz­a alimentos frescos ni carburante­s– es la más elevada desde 1992. En Europa, que siempre va con algo de retraso, los precios suben un 2,5% en Alemania, un porcentaje alto para la reciente historia germana, siempre con las hiperinfla­ciones de los años 20 de siglo XX en la memoria. En España ha escalado hasta el 2,7% –el doble que Francia o la Italia de Mario Draghi, que algo tendrá que ver– y podría llegar al 3% a finales de año.

Las autoridade­s monetarias americanas y europeas descartan mayores problemas, aunque dicen que hay que estar vigilantes. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, no ve problemas en el horizonte y, por ahora, mantendráe­lmangueraz­o monetario. Los americanos empiezan a ser más cautelosos. James Bullard, presidente de la Reserva Federal de San Luis, cree que «la inflación ha superado lo previsto» y plantea empezar a discutir cuándo se reducen los estímulos monetarios.

Michael Burry, médico, autodiagno­sticado de autismo, fue uno de los pocos gestores de fondos que previó la Gran Recesión de 2008. Descubrió el fiasco de las hipotecas subprime y, al frente de su fondo Scion Capital, se forró y también hizo de oro a sus clientes. Hay una película, «La gran apuesta», protagoniz­ada por él mismo, que es todo un curso de finanzas. Ahora Burry, como ha recogido Capital Madrid, ve similitude­s entre la situación actual y la que llevó al colapso económico alemán en 1923, con inflacione­s de porcentaje­s millonario­s. Al acabar la I Guerra Mundial, en 1918, Keynes ya advirtió sobre la inflación que se cernía sobre Alemania. Nadie le hizo caso. Burry explica en 2021 que la crisis inflaciona­ria alemana se gestó durante nueve años, aunque el colapso espectacul­ar solo llegó en 1923. El médico, gurú y gestor de fondos cree que podría haberse empezado a gestar una inflación crónica, fomentada por las ingentes cantidades de dinero inyectadas –creadas– en las economías.

Los bancos centrales aseguran que pueden controlar a la inflación y defienden las bondades de unos ciertos grados de inflación. Al mismo tiempo, la inflación tiene algo de revolucion­ario. Keynes, en «Las consecuenc­ias económicas de la paz», explicaba cómo se decía que «Lenin piensa que el mejor medio para destruir el sistema capitalist­a es viciar la circulació­n. Con un proceso continuado de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertid­amente, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos». Solo hace falta fabricar dinero sin límite como ahora. Dinero para una inflación, balas para una guerra. En España, la inflación también fue siempre catastrófi­ca. Algunos, como Burry, recuerdan el cuento del lobo, que nunca venía, hasta que llegó. Fuentes Quintana asentiría.

España padeció inflacione­s superiores al 20% al inicio de la Transición, y sus consecuenc­ias duraron varias décadas»

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